El nuevo estadio cubierto, más que una obra de infraestructura, se erige como signo y símbolo de una ciudad que desea inscribirse en el porvenir, pero también en el presente. En el universo simbólico de las ciudades, ciertos espacios exceden su mera función material para volverse significantes culturales, espejos donde una comunidad se observa y se proyecta.
Desde el Coliseo romano hasta el Allianz Arena, la arquitectura deportiva ha condensado pasiones colectivas y anhelos de identidad compartida. Este estadio, concebido como un recinto multifuncional, no se limita a ser escenario del músculo y la competencia, sino que asume también el rol de ágora moderna, sitio donde lo deportivo y lo cultural confluyen.
El estadio como narración simbólica
Como ya advirtiera Gaston Bachelard en La poética del espacio, no habitamos edificios: habitamos significados. Y lo que este estadio representa es una narración urbana de la reunión, del ritual, del aplauso. Así, el deporte -como en las viejas ciudades-Estado- no es solo juego, sino también representación: un modo de vivir en comunidad.
En este sentido, el Polideportivo Ciudad de Pergamino se inscribe en una genealogía ilustre: la del espacio que ofrece un orden al caos, una forma al tumulto. Su planta rectangular, tan clásica, remite a la búsqueda perenne de armonía. Los materiales elegidos -acero, vidrio, aluminio, chapa, hormigón- revelan una poética de la modernidad: dureza y transparencia, masa y luz. Con dimensiones de 70 por 50 metros, el estadio obedece a los preceptos técnicos exigidos, pero también a los ideales de eficiencia y apertura.
Anatomía de un recinto versátil
Diseñado para albergar competencias de básquet, vóley, futsal, handball y otras disciplinas de salón, la arena central ofrece un trazado despejado, con visibilidad plena desde todos los ángulos. Su estructura soporta transformaciones técnicas rápidas, permitiendo convertir el campo en un escenario para conciertos, exposiciones o eventos sociales.
El interior minimalista guía la mirada hacia el campo de juego, eliminando ornamentos superfluos y acentuando la simetría. Con capacidad para 3.500 espectadores, el estadio incluye accesos sin barreras arquitectónicas, sectores especiales para personas con movilidad reducida y un palco de honor dispuesto en el nivel principal.
El nivel de acceso, completamente acristalado, actúa como umbral simbólico entre el exterior y la ceremonia. Desde allí, un anillo perimetral recorre la arena, articulando el ingreso a vestuarios, gimnasio, restobar, sanitarios, boleterías, salas de prensa y conferencia, primeros auxilios, zona mixta, sala de antidoping, sala de video y oficinas técnicas.
Tecnología, sustentabilidad y jerarquía
En el primer piso, de acceso restringido, se encuentran los palcos VIP y los espacios para medios de comunicación. A este nivel se accede mediante núcleos de circulación vertical, lo que garantiza seguridad y privacidad para los sectores exclusivos.
Otro aspecto clave del diseño es su sistema de ventilación natural, resuelto mediante galerías periféricas externas que rodean todo el edificio. Estas galerías no solo favorecen la circulación del aire, sino que funcionan como una primera barrera de protección frente a los factores climáticos.
Para potenciar esta estrategia, se desarrolló una fachada modular metálica, compuesta por paneles de chapa con aislación térmica y acústica, que generan un efecto dinámico y cambiante. Por la noche, un sistema de iluminación LED refuerza la identidad del edificio, proyectando distintas intensidades y colores que acentúan su carácter icónico.
La arquitectura como relato de ciudad
En una época donde el espacio público se ve cada vez más erosionado por la lógica del repliegue, este tipo de construcciones actúa como resistencia simbólica. Es decirle a la ciudadanía: aquí se puede estar, convivir, celebrar. En tiempos de hiperindividualismo, levantar un estadio es –paradójicamente- levantar una catedral laica del encuentro.
Pergamino, con esta obra, no se limita a ampliar su infraestructura: afirma un destino. Como las antiguas urbes italianas que Umberto Eco tanto exploró, sabe que una ciudad no se define por su perímetro geográfico sino por su espesor cultural. Y ese espesor se construye en actos como este: dar forma a lo colectivo.
Con este proyecto, Pergamino da un paso decisivo hacia una infraestructura de calidad y mirada de futuro. En palabras del intendente de la ciudad, Javier Martínez“Este estadio no solo es una obra, es una invitación a soñar en comunidad. Será un lugar donde el deporte, la cultura y la identidad pergaminense puedan encontrarse y crecer juntos”.
Este estadio es, en ese sentido, una utopía habitada. No una utopía en el sentido ingenuo del ideal inalcanzable, sino en el sentido clásico del término: un lugar que aún no existe, pero que al nombrarlo y construirlo, comienza a hacerse real. Es un gesto político, cultural y ético.
Pergamino como ciudad por venir
Pero lo más significativo tal vez no esté en las cifras, ni en los materiales, ni siquiera en los planos. Lo crucial es la posibilidad de futuro que el estadio instala. No es casual que ciudades con una vocación cívica fuerte tengan siempre estadios, teatros, centros culturales. Son faros, no solo arquitectónicos, sino simbólicos. Son formas de decir: “Aquí estamos. Y vamos hacia algo”.
En este estadio hay algo de promesa, algo de esperanza. Algo que nos recuerda que incluso en contextos difíciles, aún es posible imaginar, diseñar, construir. Aun cuando el tiempo parece conspirar contra la grandeza, surgen obras que -como diría Italo Calvino en Las ciudades invisibles- están hechas “de relaciones entre las medidas de su espacio y los acontecimientos de su pasado”.
Embed - Diario LA OPINION on Instagram: "El nuevo estadio cubierto, más que una obra de infraestructura, se erige como signo y símbolo de una ciudad que desea inscribirse en el porvenir, pero también en el presente. En el universo simbólico de las ciudades, ciertos espacios exceden su mera función material para volverse significantes culturales, espejos donde una comunidad se observa y se proyecta. Tal es el caso del Polideportivo Ciudad de Pergamino, cuya construcción no representa únicamente un hito edilicio, sino la manifestación tangible de una aspiración colectiva: traducir un anhelo común en arquitectura viva, darle forma habitable a una idea compartida. Desde el Coliseo romano hasta el Allianz Arena, la arquitectura deportiva ha condensado pasiones colectivas y anhelos de identidad compartida. Este estadio, concebido como un recinto multifuncional, no se limita a ser escenario del músculo y la competencia, sino que asume también el rol de ágora moderna, sitio donde lo deportivo y lo cultural confluyen. El estadio como narración simbólica Como ya advirtiera Gaston Bachelard en La poética del espacio, no habitamos edificios: habitamos significados. Y lo que este estadio representa es una narración urbana de la reunión, del ritual, del aplauso. Así, el deporte -como en las viejas ciudades-Estado- no es solo juego, sino también representación: un modo de vivir en comunidad. En este sentido, el Polideportivo Ciudad de Pergamino se inscribe en una genealogía ilustre: la del espacio que ofrece un orden al caos, una forma al tumulto. Su planta rectangular, tan clásica, remite a la búsqueda perenne de armonía. Los materiales elegidos -acero, vidrio, aluminio, chapa, hormigón- revelan una poética de la modernidad: dureza y transparencia, masa y luz. Nota completa en @laopinionline -Link en bio-"