Cada 8 de septiembre se celebra en Argentina el Día del Agricultor, en homenaje a la fundación de la primera colonia agrícola del país en Esperanza, Santa Fe, en 1856. Aquella experiencia pionera, impulsada por familias inmigrantes, marcó el inicio de la agricultura organizada en estas tierras y abrió un camino que transformó la matriz productiva de la Nación. Hoy, la fecha invita a reconocer la labor de quienes trabajan la tierra con esfuerzo cotidiano, afrontando tanto los desafíos climáticos como los vaivenes económicos.
En el plano nacional, el agricultor argentino ocupa un lugar central en la economía y en la cultura del país. Su trabajo sostiene un sistema agroindustrial que genera más del 60% de las exportaciones y que tiene impacto directo en la generación de divisas. No obstante, el agricultor no es solo un productor de granos u hortalizas: es un actor clave en la conservación de suelos, en la aplicación de nuevas tecnologías y en la adaptación a escenarios climáticos cada vez más extremos. La modernización de la agricultura ha traído consigo la irrupción de maquinaria de precisión, drones, biotecnología y big data, herramientas que exigen una capacitación constante para no quedar relegado.
Contexto con dificultades
Pero el contexto actual está atravesado por dificultades. La variabilidad climática, con sequías prolongadas o inundaciones repentinas, golpea directamente la rentabilidad de los agricultores. A esto se suman los problemas de financiamiento, la presión impositiva, los costos en dólares y la volatilidad de los mercados internacionales. En los últimos años, los productores agrícolas debieron lidiar con la histórica sequía 2022-2023, que dejó pérdidas millonarias y redujo drásticamente las exportaciones. Pese a ello, el sector mantiene su rol protagónico como motor de la economía nacional.
La agricultura es, además, un factor de arraigo y cultura. No se trata únicamente de una actividad económica, sino de un modo de vida que se transmite de generación en generación. En muchas familias del interior, el Día del Agricultor se celebra como un reconocimiento al sacrificio que implica sembrar, esperar y cosechar en un contexto que nunca da garantías. El agricultor encarna valores como la paciencia, la resiliencia y la apuesta a futuro: sabe que todo su esfuerzo se mide en campañas que dependen tanto de su trabajo como de la naturaleza.
En Pergamino, la celebración del Día del Agricultor adquiere una dimensión especial. La ciudad es reconocida como “Capital Nacional de la Semilla”, debido a la fuerte presencia de empresas semilleras y de investigación vinculadas al agro. La agricultura es el corazón de la economía local: la producción de soja, maíz y trigo se complementa con el avance de cultivos intensivos y con un entramado agroindustrial que abarca desde cooperativas hasta multinacionales. El agricultor pergaminense combina tradición y vanguardia: mantiene la cultura del trabajo rural, pero al mismo tiempo se apoya en las últimas innovaciones tecnológicas para mejorar rindes y cuidar el suelo.
Los desafíos locales son los mismos que en el resto del país: falta de previsibilidad económica, dificultades de acceso al crédito, presión impositiva y una agenda climática que cada vez golpea con más fuerza. Sin embargo, en cada campaña el agricultor de Pergamino vuelve a sembrar con la convicción de que su tarea no solo es producir granos, sino alimentar a una región y contribuir al desarrollo de la Argentina. Reconocerlos en su día es también valorar el papel del campo como motor productivo, cultural y social.
El Día del Agricultor es, en definitiva, una oportunidad para mirar hacia atrás y recordar las raíces de una actividad que forjó la identidad del país, pero también para mirar hacia adelante y pensar en los nuevos desafíos: producir más y mejor, con sostenibilidad, innovación y justicia para quienes trabajan la tierra. En Pergamino, ese compromiso se renueva año tras año, en cada sembradío que vuelve a verdear y en cada agricultor que apuesta a su tierra con esfuerzo y esperanza.