Hoy, trece años después, la institución cuenta con más de 120 estudiantes y se encuentra frente a un nuevo desafío: la construcción de su edificio propio.
Actualmente, la escuela funciona en una casa alquilada sobre calle Azcuénaga, donde el espacio físico hace tiempo resultó insuficiente. “La inscripción está cerrada hace varios años porque ya no tenemos lugar. No podemos construir más salones, y aún así seguimos recibiendo niños que forman parte de nuestra matrícula y necesitan continuar su trayectoria escolar con nosotros”, explicó la directora Silvina Melgin.
La demanda creciente fue el punto de partida para pensar en un proyecto más grande. “Nos dijimos: pongámonos en marcha, empecemos a construir nuestro propio espacio. Así fue que en 2021, después de la pandemia, comenzó la obra en el terreno de Almafuerte”, relató.
Una obra que nunca se detuvo
El edificio de la nueva escuela comenzó a levantarse en 2021 y, pese a los vaivenes económicos, nunca se detuvo.
“Es lo más importante para nosotros: que la obra siguiera siempre. A veces con más recursos, a veces con menos, pero siempre avanzando”, destacó Melgin.
El predio, de 1.700 metros cuadrados cubiertos, contempla un diseño pensado para responder a las necesidades específicas de los alumnos. Contará con tres alas: jardín, primaria y centro de formación integral. Cada una tendrá su propio comedor, cocina, equipo técnico y dirección.
Además, habrá seis salones de primaria, tres de jardín y ocho del centro de formación, junto a un aula de computación, una sala de música, un amplio patio verde y espacios administrativos, incluyendo una oficina para la Asociación Civil y un sector destinado al transporte escolar.
“Es un edificio grande, funcional, pensado para la autonomía de los chicos. Queremos que cada nivel tenga su espacio, que puedan moverse, aprender y socializar en un entorno amigable”, expresó Melgin.
El objetivo es concluir la obra hacia fines de 2026. Actualmente se está finalizando la colocación de aberturas y el revoque interior y exterior, para luego continuar con pisos y terminaciones.
Un esfuerzo colectivo
Detrás de la obra hay una red de solidaridad que no se detiene. La Asociación Civil Santa Clara, integrada por padres de alumnos y exalumnos, se ha convertido en un motor esencial.
“Todos los meses organizamos una actividad con un fin concreto: recaudar fondos para la obra”, explicó Claudia Martínez, mamá de una exalumna y presidenta de la Asociación de la Asociación Civil Santa Clara.
En ese marco, han realizado ventas solidarias, tés, rifas, bonos contribución.
La próxima gran propuesta será la “Noche de Pizzas Solidaria”, prevista para el 28 de noviembre en el Salón Nature, con música en vivo de la cantante Madeleine y su banda. Las entradas están a la venta en Azcuénaga 761 o enviando un mensaje de Whatsapp al 2477-353818.
Además desde la institución se informó que siempre está activo un alias para quienes quieran colaborar: dona.santa.clara
Una comunidad pergaminense que no se detiene
Santa Clara no es solo una escuela: es un ecosistema de espacios educativos y terapéuticos que acompañan diferentes etapas de la vida.
Además del colegio, que ofrece nivel inicial y primario, funciona un Centro Educativo Terapéutico y un Centro de Día en calle Moreno, ambos habilitados por la Agencia Nacional de Discapacidad.
También cuentan con el espacio de calle Saavedra, dedicado a adolescentes y jóvenes, y un servicio de transporte gestionado a través de la Ley de Cheques.
“El 2020 fue un año difícil, pero también nos dio tiempo para gestionar y concretar proyectos como la combi escolar. Hoy el transporte es fundamental para garantizar la asistencia de los chicos a todas las sedes”, destacó Melgin.
Acompañamiento e inclusión de autismo
A lo largo de los años, la escuela ha demostrado que el trabajo interdisciplinario es clave. “Todos los chicos, más allá del grado de autismo que presenten, tienen derecho a estar escolarizados. La inclusión no es una opción: es un derecho”, remarcó la directora.
En Santa Clara se trabaja en conjunto con equipos terapéuticos, médicos y acompañantes, articulando lo pedagógico con lo clínico y lo emocional. “Si cada uno va por su lado, el avance se vuelve imposible. El trabajo en equipo es lo que hace la diferencia”, enfatizó.
La institución también busca acompañar la vida adulta. “Creamos Santa Clara Vida Adulta porque no podíamos permitir que los chicos egresaran del sistema y volvieran a casa sin un espacio. Deben seguir creciendo, aprendiendo, vinculándose. No se trata solo de enseñar, sino de ofrecer oportunidades reales de vida social”, subrayó Melgin.
Mirar hacia adelante
La historia de Santa Clara es, ante todo, una historia de perseverancia. Desde una casa alquilada con quince alumnos hasta un proyecto edilicio de casi dos mil metros, la escuela representa el compromiso de una comunidad que eligió incluir, acompañar y construir futuro.
“Queremos que Santa Clara sea un lugar donde cada niño, joven o adulto con autismo pueda crecer, aprender y sentirse parte. Y sabemos que lo vamos a lograr, porque detrás de cada ladrillo hay amor, trabajo y esperanza”, concluyó Melgin.