ina La naturaleza extrema del sur argentino fue escenario de un evento deportivo tan impactante como singular: la tercera edición del Mundial de Natación en Aguas Gélidas, que se desarrolló entre el 4 y el 9 de agosto en el imponente Glaciar Perito Moreno, en El Calafate. En ese entorno, nadadores de 20 países enfrentaron uno de los desafíos más exigentes del deporte acuático: nadar en aguas de deshielo a temperaturas que oscilaron entre los 0,8 y los 3 grados centígrados, sin trajes de neopreno ni ningún tipo de protección térmica.
Entre ellos, una pergaminense se destacó. Carina Valentini, nadadora amateur, no solo fue una de las que compitieron, sino que además logró la medalla de bronce en los 200 metros estilo crawl, en la categoría 45 a 49 años, su primera gran conquista internacional en esta exigente especialidad.
“No sé cómo explicarlo con palabras. Fue maravilloso”, expresó con emoción, en una entrevista concedida al programa Fuera de Página, del canal de streaming de LA OPINION y Radio Wi! Play (FM 105.1). Vivió una semana que marcará su vida para siempre. A pesar del agotamiento físico y mental, sus ojos brillaron cuando relató el momento en que se tiró por primera vez al agua gélida, con solo una malla entera, gorra de silicona y antiparras, en condiciones donde cualquier error puede derivar en una hipotermia.
“No era con traje de neopreno. Está prohibido. Ni vaselina, ni crema, ni nada, porque podés contaminar el lago. Es parte del reglamento. Salís con todo rojo, la piel dormida, las manos entumecidas. Es una lucha”, explicó.
Y así lo vivió desde el primer día, cuando participó en las pruebas de 50 metros crawl, pecho y mariposa. “En crawl quedé quinta, era mi primera prueba, no conocía nada, ni a nadie. Pero en mariposa quedé cuarta, por un pelo no hice podio. ¡Y mariposa en agua fría! Pocas se animaron. Yo lo hice porque me encanta ese estilo”, contó.
Carina Valentini
Carina Valentini, con la medalla lograda en El Calafate, en el canal de streaming La Opinión Play.
LA OPINION
Preparación con hielo y voluntad
Detrás de ese logro, hay meses de un entrenamiento tan atípico como admirable. Sin acceso a aguas heladas naturales armó su propia “piscina” en el patio de su casa: una bañera de plástico que llenaba con agua helada y bolsas de rolitos comprados. “Era con lo que podía. Me quedaba ahí 20 minutos, sin moverme, controlando la respiración y entrenando la mente. Me repetía: ‘nadar y respirar’. Así me preparé”, relata.
Inspirada por otros atletas de resistencia en frío, como Julio César Gaitán, y motivada por el contacto con nadadoras experimentadas que conoció por redes sociales, Carina decidió que el Mundial no sería un sueño imposible, sino un objetivo real. Para financiar su participación organizó rifas, recibió ayuda del Municipio de Pergamino y contó con la colaboración de su familia y vecinos.
“Todo pasa por algo. Yo me sentí bien en una competencia anterior en el mar, me di cuenta de que me gustaba esto y de que podía hacerlo. Entonces me anoté. Era ahora o nunca. Y fui”, cuenta.
Entre el agua y la estética
Carina no es una nadadora profesional. Su vida cotidiana transcurre entre turnos en su gabinete de estética, donde trabaja como especialista en micropigmentación, ayudando a pacientes oncológicos, con alopecia o secuelas físicas a recuperar su autoestima. También es madre, ama de casa, guardavidas con más de 20 años de experiencia, y fue paramédica en ambulancias durante su paso por España, donde vivió varios años antes de volver a la Argentina.
En 2024, tras años alejada de las competencias, decidió volver al agua, su primer amor. Participó en múltiples carreras de aguas abiertas, logrando un triunfo en Claromecó en los 500 metros de la última fecha del Campeonato Argentino de Aguas Frías, lo que le abrió la puerta al mundo de la natación en condiciones extrema. “Me di cuenta de que me sentía más cómoda en el frío que en aguas cálidas. Y que este deporte es también una terapia”, contó.
Durante el Mundial compitió en varias pruebas: 50 metros en crawl, pecho y mariposa, 100 metros libre, y los 200 metros crawl, donde alcanzó el podio. También estuvo cerca de participar en los 500 metros, pero no llegó a anotarse a tiempo. “La carrera de 200 metros fue durísima. Nadé en 4 minutos y 37 segundos, no lo podía creer. Y al salir, te tiembla el cuerpo, te duele todo, sobre todo las falanges de las manos. Pero yo estaba feliz. Te vas superando prueba tras prueba”, relató.
Las jornadas arrancaban temprano: preparación en un domo calefaccionado, caminata por una pasarela de madera hasta la orilla, acompañamiento de Prefectura y voluntarios para evitar accidentes en las piedras, y luego la largada, una línea de nadadores de distintos países lanzándose a aguas turquesas e implacables frente al majestuoso glaciar. Un espectáculo tan bello como brutal.
Tras el Mundial promete seguir
Aunque fue su primer Mundial ya piensa en lo que viene. “Esto recién empieza. Me gustaría seguir compitiendo, pero necesito apoyo económico. Son viajes costosos, y todo lo hice a pulmón”, admitió. Por lo pronto, se prepara para un nuevo desafío: el Cruce del Yaguarón en San Nicolás, una carrera de 8 kilómetros prevista para el 30 de noviembre. Aunque bromea: “Si el agua está muy caliente, yo no nado. El calor me cuesta más que el frío”.
Su historia ya inspira a otros nadadores y deportistas amateurs que la siguen en redes sociales (@carivalentiniwater), donde documenta su entrenamiento en frío extremo. “Me escriben muchas mujeres preguntando cómo empecé. Yo les digo: animarse. No hay edad para comenzar. Es cuestión de voluntad, entrenamiento mental y mucha pasión”, dice.
Otro orgullo pergaminense
En El Calafate, Argentina demostró un nivel altísimo: tanto en damas como en caballeros, los campeones generales fueron argentinos. Aunque la mayoría de los representantes del país provienen del sur -donde pueden entrenar en aguas frías naturalmente-, Carina, nadadora de Gimnasia y Esgrima, llevó el nombre de Pergamino al podio, desafiando no solo al frío, sino a todas las limitaciones geográficas y personales. “Representé a mi ciudad, y también al país. Y eso me llena de orgullo. No me enfermé, no me pasó nada. Al contrario: me siento más viva que nunca”, concluye.