El auge de la inteligencia artificial no solo está reconfigurando la economía global, sino que plantea un desafío estructural más profundo: el insaciable consumo energético que exige. A medida que el procesamiento de datos se vuelve el motor del desarrollo, el dilema ya no es solo tecnológico, sino físico, político y ambiental.
La paradoja es clara: cuanto más inteligente es el sistema, más energía requiere. En la era de la IA, los recursos neuronales fueron reemplazados por centros de datos que devoran electricidad y espacio físico.
La infraestructura del conocimiento: concentración vs. descentralización
La guerra silenciosa por el futuro de la inteligencia artificial ya no se libra únicamente en el campo del software, sino en el de la infraestructura energética. El debate estratégico se abre en dos frentes complementarios:
Proyecto Stargate: escala, concentración y soberanía energética
El ambicioso Proyecto Stargate, impulsado por OpenAI junto a SoftBank y otros gigantes como Microsoft, Nvidia y Oracle, busca construir el entramado físico que posibilite la llegada de la AGI (Inteligencia Artificial General). Con inversiones estimadas en más de 500.000 millones de dólares, propone una red de megacentros de datos de escala nacional.
Stargate Argentina —anunciado recientemente junto a Sur Energy— será una pieza en este ajedrez global. Un centro de datos de 500 MW alimentado 100% con energías renovables, y parte de una red de infraestructura crítica para la IA soberana. El objetivo no es solo computar: es dominar el vector de poder que definirá el siglo XXI.
Pero esta estrategia presenta desafíos: demanda ingentes cantidades de energía, requiere estabilidad regulatoria, inversiones a muy largo plazo, y corre el riesgo de ser blanco de tensiones geopolíticas.
DominionAI: democratización y descentralización
En contraposición, surgen modelos descentralizados como DominionAI, que permiten a inversores privados adquirir rigs de IA y conectarlos a redes como Vast.ai o Golem. Este sistema plug & play no necesita de grandes centros de datos, sino de una red global de nodos distribuidos.
DominionAI representa una visión complementaria: aprovechar capacidades ociosas, democratizar el acceso a la infraestructura y flexibilizar el uso energético. Sus rigs operan con menor escala pero mayor capilaridad. Además, sus costos de entrada son bajos, y el modelo ofrece liquidez, actualizaciones constantes y externalización del mantenimiento vía revenue sharing.
El nuevo mapa energético del siglo XXI
El crecimiento de la IA choca con límites físicos. Según datos recientes, el entrenamiento de un solo modelo de IA puede consumir la misma energía que 100 hogares en un año. La construcción de centros de datos escala a razón de gigavatios, presionando redes eléctricas al borde del colapso.
En este contexto, se plantean dos grandes desafíos:
1. ¿De dónde saldrá toda esta energía?
Las nuevas estrategias de eficiencia apuntan a cinco ejes para liberar capacidad sin construir más infraestructura:
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Aprovechamiento del calor residual para refrigeración (trigeneración)
Uso de voltajes más altos para minimizar pérdidas
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Refrigeración por inmersión líquida
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Desplazamiento de cargas en horarios con energía abundante
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IA para optimizar el uso energético en centros de datos
Estas soluciones permiten aprovechar más kilovatios sin necesidad de nuevas plantas eléctricas. Sin embargo, su implementación masiva requiere cambios en estándares, diseño de hardware, regulaciones y planificación energética.
2. ¿Dónde se concentrará el poder computacional?
La IA plantea una nueva geopolítica: la ubicación de los centros de datos no es neutra. Estados que cuenten con energía barata y estable, infraestructura física, reglas claras y recursos humanos calificados podrán convertirse en nuevos polos tecnológicos.
Países como Argentina —con abundancia en energías renovables, tierra y talento digital— pueden ocupar un lugar estratégico. Stargate Argentina es una expresión concreta de esa visión. DominionAI, por otro lado, permite que esta oportunidad se extienda al inversor individual y al pequeño proveedor tecnológico.
La inteligencia como commodity
En el fondo, la inteligencia se ha transformado en un commodity energético. Ya no alcanza con escribir el mejor algoritmo; hay que tener dónde ejecutarlo, cómo alimentarlo, cómo refrigerarlo, y cómo escalarlo sin colapsar el ecosistema energético.
Las empresas que dominen esa cadena (desde la generación de energía hasta el despliegue del modelo) definirán los contornos del futuro. La IA ya no es solo un fenómeno digital: es físico, logístico, económico y, sobre todo, energético.