viernes 18 de abril de 2025

Inundación en Pergamino: el testimonio de resiliencia de Marcela

Durante más de 30 años, la pergaminense enfrentó 29 inundaciones en su hogar en Pergamino, un drama vivido en carne propia que dejó huellas materiales y emocionales

6 de abril de 2025 - 07:20

El agua llega sin previo aviso. Empapando la tierra, desplazando el aire, alterando la tranquilidad de quienes, como Marcela Piñero, han aprendido a convivir con el miedo y la incertidumbre que trae cada lluvia. Desde 1995, Marcela, junto a su marido Quique Biabatti (fallecido), enfrentó un total de 29 inundaciones en su hogar de calle Intendente Biscayart casi Azcuénaga, en Pergamino, un lugar que, pese a ser testigo de tantas tragedias, nunca dejaron atrás. Aquí, en este relato personal, Marcela repasa esas experiencias, los momentos de desesperación, la lucha por salvar lo que aún quedaba y su esperanza de que, algún día, la ciudad no tenga que enfrentar más lo que ella vivió.

El 1995, un año fatídico

El 1995 llegó con lluvias constantes, pero nada que indicara lo que sucedería aquella madrugada del 7 de abril. Marcela se acostó con Quique y su suegra como cualquier otra noche, sin saber que esa sería la última vez que descansarían tranquilos durante mucho tiempo. "Nos acostamos, lloviendo. Sí, normal", recuerda Marcela. Sin embargo, la lluvia no cesó y la madrugada les trajo una desagradable sorpresa: "Quique me dice: 'Morocha, está lloviendo demasiado'. Él quería prender la luz del velador y no la encontraba, porque estaba todo flotando", dice mientras rememora ese primer momento de angustia. Se despertaron con el agua a la rodilla, y el miedo fue inmediato.

La decisión fue rápida. A las 4 de la mañana, tomaron a su suegra y, sin tiempo para mucho más que agarrar una cartera con los documentos, salieron en busca de un refugio más seguro. "Nos fuimos a lo de mi mamá, en calle Urquiza y la cortada, pero allí también tuvimos que salir, porque el agua estaba llegando", recuerda. A pesar del caos y el miedo, Marcela y Quique, junto con su familia, caminaron con el agua hasta las rodillas hasta llegar a casa de su tía, en General Paz y San Nicolás, donde el agua aún no había llegado.

Lo único que, en medio de tanta tragedia, encontraron de positivo fue estar todos juntos. "Nos quedamos en lo de mi tía hasta que pudimos volver a nuestra casa, 15 días después. El agua la había tapado literalmente, y así, solitos, empezamos a limpiar y poner todo en orden", relata, con la tristeza palpable en su voz. "No recibimos ninguna ayuda, ni siquiera un litro de agua", lamenta, mientras señala que esa falta de asistencia fue una constante durante las primeras inundaciones.

La pérdida de recuerdos y la reconstrucción

El paso del agua no solo arrasó con muebles, ropa y objetos materiales. También borró recuerdos. "Perdimos todas las fotos familiares, todas. No tengo ni una foto de mi niñez, ni de mi mamá. Se borran así tus recuerdos, tu identidad", expresa Marcela, con una nostalgia que parece no disiparse con el tiempo. La reconstrucción, más allá de lo físico, fue lo más difícil. "Nunca reponía cosas buenas, siempre lo justo y necesario. Mi marido vivía de un solo sueldo, era remarla y remarla", dice, subrayando el esfuerzo constante para salir adelante. Y, sin embargo, jamás abandonaron su hogar. "Nunca dejamos la casa. Jamás. Porque es mi bien más preciado", sostiene con firmeza.

Aunque la adversidad no desapareció, Marcela y Quique encontraron en su amor por la casa y su comunidad la fuerza para seguir. En algunas ocasiones, Marcela cocinaba con el agua hasta las rodillas, y en otras, cuando el nivel subía, la situación se volvía aún más difícil. "Mi marido empezó a traer una bomba para drenar el agua que quedaba estancada. Había que estar días sin dormir porque a la bomba había que ponerle nafta", relata, describiendo la lucha constante contra el agua.

La inundación de 2016: un eco de 1995

La otra gran inundación en la vida de Marcela y Quique ocurrió en 2016, más de dos décadas después de la catástrofe de 1995. A pocos días de que el actual intendente, Javier Martínez, asumiera su primera gestión, la lluvia trajo consigo nuevamente el temor. "Nos ingresó el agua, tuvimos 1,80 metros. Fue bastante complicada, pero aún así, con Quique decidimos quedarnos. Mi suegra ya había fallecido, pero no quisimos abandonar la casa", explica Marcela.

A pesar de la gravedad de la situación, Marcela y su marido tomaron la decisión de subir al techo y esperar allí. "En esa oportunidad, cuando Quique me anticipó que podía haber un nuevo desborde del arroyo, llamé a mi mamá y le pedí que se fuera a lo de mi tía. Después levantamos todo lo que más pudimos", recuerda. Por fortuna, la asistencia en esta ocasión fue muy diferente. "Nos ofrecieron ir a un centro de evacuados, pero no quisimos abandonar la casa. La asistencia fue impecable, nos trajeron comida caliente, artículos de limpieza y nos ayudaron a limpiar", dice Marcela con una cierta tranquilidad, reconociendo el cambio en la respuesta institucional.

Estaciones de bombeo: una nueva era

El gran cambio en la vida de Marcela llegó en 2019, con la instalación de las estaciones de bombeo en la gestión de María Eugenia Vidal. "En 2019, llovieron 190 milímetros y ni siquiera tuvimos que poner la compuerta, porque el agua drenó muy bien", explica, aliviada por los avances que se lograron en la infraestructura hidráulica. "Hoy la realidad es otra. Cuando llueve mucho, no pasa nada. El arroyo está impecable, y el agua de las calles drena muy bien", agrega, con una sensación de esperanza que nunca imaginó tener tras tantas tragedias.

La lucha por la presa: un pedido urgente

A pesar de los avances, Marcela no olvida lo vivido. "Los funcionarios tienen que pensar en la gente y hacer lo que tienen que hacer", dice, mientras expresa su profundo deseo de que la construcción de una presa sea una prioridad para evitar que las inundaciones sigan siendo parte de la vida de los vecinos de Pergamino. "Nosotros, que estuvimos con las patas en el agua, sabemos lo que significa inundarse. Necesitamos la presa", pide con firmeza, recordando que la tragedia del agua no solo afectó a su familia, sino que se cobró vidas en 1995, como la de su amigo Fernando Esquivel.

El miedo persiste, pero la memoria es más fuerte

Hoy, Marcela vive sola, tras la muerte de Quique a causa de una enfermedad. Aunque las estaciones de bombeo han aliviado su temor a las inundaciones, la memoria de aquellas noches de angustia sigue presente. "Esos días en que llovieron 150 milímetros, yo estaba un poco asustada. A pesar de las bombas, siempre está el miedo", dice, reconociendo que vivir sola amplifica esa sensación de vulnerabilidad. "El miedo a la inundación es algo que nunca vas a poder sacar de tu cabeza", concluye.

A través de su testimonio, Marcela no solo revive las tragedias de su vida, sino que también deja un mensaje claro: que nunca más alguien tenga que vivir lo que ella vivió. "El agua entra, se lleva todo, pero lo que nunca se lleva es la memoria de lo que se sufrió", afirma. Con su historia, Marcela Piñero sigue luchando por un futuro donde la devastación de las inundaciones sea solo un recuerdo del pasado

Embed - Diario LA OPINION on Instagram: "Durante más de 30 años, la pergaminense enfrentó 29 inundaciones en su hogar en Pergamino, un drama vivido en carne propia que dejó huellas materiales y emocionales profundas. El agua llega sin previo aviso. Empapando la tierra, desplazando el aire, alterando la tranquilidad de quienes, como Marcela Piñero, han aprendido a convivir con el miedo y la incertidumbre que trae cada lluvia. Desde 1995, Marcela, junto a su marido Quique Biabatti (fallecido), enfrentó un total de 29 inundaciones en su hogar de calle Intendente Biscayart casi Azcuénaga, en Pergamino, un lugar que, pese a ser testigo de tantas tragedias, nunca dejaron atrás. Aquí, en este relato personal, Marcela repasa esas experiencias, los momentos de desesperación, la lucha por salvar lo que aún quedaba y su esperanza de que, algún día, la ciudad no tenga que enfrentar más lo que ella vivió. Nota completa en @laopinionline -Link en bio-"
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