“Les estamos afanando los choreos”. Un furcio, sí. Pero también, un símbolo. El Presidente lo pronunció en tono festivo durante un acto, quizá sin medir el filo semántico. Porque en la Argentina, cuando el verbo “afanar” entra en escena, lo que se pierde es la metáfora. Y Milei eligió la peor semana para regalarle a la oposición un titular servido en bandeja: una semana atravesada por la palabra corrupción.
Mientras la narrativa oficial insiste en la dicotomía “kirchnerismo o libertad”, el país asiste a KarinaGate, segunda tormenta en pocos meses tras el caso Libra. Ahora, los audios de Diego Spagnuolo —ex titular de la Agencia Nacional de Discapacidad— hablan de presuntos pedidos de coimas. La causa judicial ya se mueve: allanamientos, secuestro de teléfonos, fiscal Franco Picardi investigando, y el nombre de Karina Milei en las conversaciones filtradas. La misma Karina que no solo es Secretaria General de la Presidencia, sino el epicentro del armado libertario. Y alrededor suyo orbitan Lule Menem, Sebastián Pareja, Ritondo, Santilli, y toda la ingeniería política de la libertad avanza
El contraste es brutal. Mientras los canales abrían con los audios, Milei hablaba del “riesgo kuka” y la suba inédita de tasas. Coherente con su libreto: economía como prioridad absoluta. Pero la política, esa que el Presidente detesta y subestima, existe. Y cuando se la deja a la intemperie, devuelve la factura con intereses.
Del eslogan al vacío
“KIRCHNERISMO O LIBERTAD” parecía un grito eficaz. Hoy suena desajustado, cuando el kirchnerismo es apenas una silueta y el gobierno libertario acumula sus propios fantasmas. Porque si el eje discursivo es “no somos como ellos”, cualquier sospecha erosiona más de lo que lastima a un partido tradicional. Libra, contrataciones cruzadas, Spagnuolo: la línea conductora es siempre la misma oficina.
El oficialismo responde con reflejos previsibles: “operación”, “audios editados”, “que investigue la Justicia”. Martín Menem llegó a decir “pongo las manos en el fuego por Karina y Lule” en A24, aunque reconoció no poder confirmar la autenticidad de los audios. El mismo Menem que, en el mismo reportaje, defendió la década menemista como la mejor etapa económica… hasta que Laje le recordó el detalle de la corrupción. Ironías que no necesitan guionista.
Economía, la última muralla
Si la macro funcionara, estos titulares serían ruido de fondo. Pero la inflación prometida se corrió al año próximo, las intervenciones del BCRA siguen en niveles de gobiernos “empobrecedores”, y el crecimiento se frena por falta de inversión. Con esos datos, cada escándalo suma decibeles. Lo que sería anecdótico con viento a favor, hoy es combustible para la hoguera.
La ecuación histórica “roban, pero hacen” se vuelve inquietante si la Justicia confirma que, además de audios ciertos, no hay resultados tangibles. Porque la épica anticasta resiste memes, pero no resiste góndolas.
El problema del diseño
En nombre de la eficiencia, Milei concentró la política en un círculo mínimo. Él gobierna la macro; su hermana y un puñado de operadores controlan el resto. Cuando eso pasa, los riesgos se vuelven exponenciales: si sale bien, todo el mérito; si estalla, todo el barro.
Por ahora, la estrategia es doblar la apuesta: insistir con la guerra cultural y denunciar conspiraciones. ¿Alcanza para el núcleo duro? Sí. ¿Sirve para crecer? Difícil. Sobre todo, porque el calendario no espera.
El 7 de septiembre no se plebiscita a Milei. Se eligen concejales y legisladores provinciales. El 26 de octubre será otra historia: Congreso, gobernabilidad, modelo nacional. Hasta entonces, mejor bajar el volumen a la grieta de cartón y mirar lo que pasa en casa. Porque si algo mostró este año es que la antinomia no tapa los baches.