En tiempos donde la indiferencia parece ganar terreno, un gesto solidario de un vecino de Pergamino volvió a recordarnos el valor profundo de la empatía y el compromiso humano. Su nombre es Jorge Fornt, y su acción oportuna en la Autopista Pilar-Pergamino permitió salvar una vida y proteger a dos niños en una noche que pudo haber terminado en tragedia.
 
    El episodio ocurrió días atrás sobre la autopista en cercanías de Arrecifes. Allí, un hombre oriundo de Venado Tuerto, sufrió una descompensación cardiorrespiratoria mientras conducía su automóvil. En el vehículo viajaban también sus dos hijos pequeños, que ante el cuadro repentino de su padre quedaron a la vera del camino, pidiendo desesperadamente ayuda en medio de la noche.
 
   Eran cerca de las nueve de la noche. A esa hora, la autopista todavía mostraba tránsito fluido, pero ningún vehículo se detenía. Decenas de autos pasaron de largo, sin advertir -o sin querer advertir- la escena dramática que ocurría a un costado de la ruta. Hasta que apareció un pergaminense que no dudó un segundo.
 
   Al Hospital de Arrecifes
 Jorge Fornt, que regresaba de un viaje, fue el único que detuvo su marcha. No lo hizo por curiosidad ni por obligación: lo movió un impulso genuino de ayudar. Apenas entendió lo que pasaba, se hizo cargo de la situación. Cargó en su vehículo al hombre desvanecido y a sus hijos, y condujo con rapidez hacia el hospital municipal de Arrecifes. Allí, gracias a la intervención médica inmediata, los profesionales lograron estabilizar al paciente y salvarle la vida.
 
  Pero su gesto no terminó en el hospital. Jorge permaneció junto a los niños durante todo el tiempo que duró la atención médica de su padre, avisó a la policía y se comunicó con los familiares en Venado Tuerto, que emprendieron viaje urgente hacia Arrecifes. Incluso, cuando supo que llegarían de madrugada, ofreció su propia casa para que los pequeños pudieran descansar y sentirse contenidos. Una actitud que habla no sólo de solidaridad, sino también de humanidad y compromiso con el otro.
 La familia González Inzúa, profundamente conmovida por lo ocurrido, quiso hacer público su agradecimiento. “Queremos dar a conocer el solidario gesto del señor Jorge Fornt, que socorrió a nuestro hijo en la ruta. Su rápida intervención salvó su vida y puso a resguardo a nuestros nietos. Estaremos eternamente agradecidos”, expresaron Marta y Héctor González Inzúa en una carta enviada a nuestra redacción.
 En un país donde las noticias suelen estar cargadas de conflictos, este episodio nos recuerda que aún hay personas dispuestas a actuar con generosidad sin esperar nada a cambio. Que la empatía no es un valor perdido, y que en los momentos críticos puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
 Jorge Fornt no es un héroe de película. Es un vecino común, de esos que viven en silencio y trabajan cada día. Pero su decisión de detenerse en esa noche oscura lo convirtió en símbolo de lo que debería ser una regla básica de humanidad: no mirar para otro lado cuando alguien necesita ayuda.
 Su historia, más allá del hecho puntual, deja una enseñanza. Que las rutas no sólo conectan ciudades, sino también personas. Que un gesto puede cambiar un destino. Y que, aunque no siempre se reconozcan, los actos de bondad cotidiana merecen ser contados y celebrados.
 En tiempos donde la prisa y la desconfianza muchas veces nos aíslan, la acción de Jorge Fornt se erige como un ejemplo que reconcilia con lo mejor del espíritu humano. Porque detenerse, escuchar y ayudar al otro sigue siendo el camino más corto hacia una sociedad más justa y solidaria.