A menos de una semana para las elecciones del 7 de septiembre, el Gobierno enfrenta su crisis política más delicada desde la llegada de Javier Milei al poder. El llamado “escándalo Spagnuolo”, por presuntos pedidos de coimas en la Agencia de Discapacidad, no solo instala la palabra corrupción en la agenda pública, sino que toca un nervio sensible para el electorado más volátil: el votante blando.
El peso simbólico del caso Spagnuolo
Cuando Milei irrumpió en la política, lo hizo con un discurso que prometía dinamitar “la casta” y erradicar la corrupción. Esa bandera, que fue uno de los motores de su campaña, hoy enfrenta su primera prueba de fuego. En menos de cinco meses, dos episodios consecutivos —el “caso Libra” y ahora los audios que involucran a Diego Spagnuolo, hombre cercano a Karina Milei y a Eduardo “Lule” Menem— sembraron dudas en la narrativa oficialista.
El impacto no radica tanto en la estructura judicial del caso, sino en el simbolismo. ¿Cómo sostener el relato anticasta cuando los propios funcionarios aparecen mencionados en supuestas maniobras de corrupción? El Presidente insiste en enfocarse en su cruzada económica, pero la política —esa que Milei desprecia— se impone.
Qué dicen las encuestas: riesgo de abstención y fuga a terceras fuerzas
Según un sondeo reciente de Management & FIT, el 80% del votante mileísta no cambiará su voto. Pero el dato a mirar es el 11% que ya decidió migrar y el 9% que lo está evaluando. En términos absolutos, no parecen cifras dramáticas, pero el verdadero peligro está en la abstención y en el voto a terceras fuerzas locales. Es decir, electores que no saltan al kirchnerismo, pero sí pueden optar por opciones locales.
El análisis de Mora Jozami aporta más contexto:
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La corrupción subió al 3° lugar entre las preocupaciones, detrás de empleo y economía.
El problema económico creció del 3% al 9% en las últimas mediciones.
El oficialismo enfrenta un dilema similar al que golpeó a Alberto Fernández con la “Fiesta de Olivos”, aunque con una diferencia clave: el núcleo duro libertario sigue firme, pero el daño se concentra en el votante que definió la elección 2023.
El paralelo con Alberto y el fantasma del voto castigo
Cuando estalló el escándalo de Olivos, el núcleo kirchnerista se resintió. Hoy, en cambio, la base libertaria no muestra fisuras: considera que Milei “hace lo que dijo que iba a hacer”. Sin embargo, el votante blando que llegó por hartazgo del kirchnerismo y por la promesa de transparencia siente que se vulneró el contrato electoral.
Y aquí aparece el punto crítico: la metáfora de campaña “Kirchnerismo o Libertad” pierde potencia. En medio de una trama que involucra a Karina Milei, a los Menem y a un ex funcionario clave, el eslogan suena anacrónico. Como ironizan en redes: “Libertad o libertad condicional”.
El factor económico: la madre de todas las batallas
En cualquier otro contexto, los audios de Spagnuolo serían un escándalo de 48 horas.
La conclusión es obvia: si la economía funcionara, los audios serían ruido de fondo. Pero no es el caso. Y la política —esa que Milei desprecia— cobra protagonismo justo cuando menos lo esperaba.
¿Qué puede pasar el 7 de septiembre?
Hay dos escenarios probables:
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Abstención, como forma de castigo silencioso.
Voto útil en listas locales que capitalicen el enojo sin volver al kirchnerismo.
En cualquier caso, la elección del domingo 7 de septiembre no definirá la gobernabilidad nacional, pero sí puede anticipar la narrativa hacia el 26 de octubre.