jueves 12 de junio de 2025

Bitcoin es de derecha, la inteligencia artificial es comunista: JD Vance: la nueva grieta del poder digital

J.D. Vance agitó el debate: “Bitcoin es de derecha, la IA es comunista”. ¿Puede una tecnología tener ideología? Una grieta digital que ya es política.

29 de mayo de 2025 - 12:06

Durante una conferencia en Las Vegas, el vicepresidente de EE.UU. aseguró que las criptomonedas y especialmente el Bitcoin representan la libertad individual, mientras que la IA favorece la centralización. Una afirmación provocadora que deja al descubierto las tensiones ideológicas detrás de las nuevas tecnologías.

Durante años, la tecnología fue contada como una historia de progreso lineal, neutral y prometedor. Sin embargo, esa narrativa empezó a resquebrajarse. Y esta semana, en una conferencia sobre innovación celebrada en Las Vegas, el vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, la dinamitó por completo:

No fue una broma ni un exabrupto. Vance lo dijo en tono solemne y lo remató con una advertencia:

“No quiero que Bitcoin ni Estados Unidos sean afectados negativamente por la IA.”

Sus palabras desataron un vendaval de reacciones. Pero más allá de la polémica, hay algo central: la batalla por el sentido político de la tecnología ya no se libra solo entre programadores y CEO de Silicon Valley. Ahora es parte del debate institucional más alto.

Libertad versus control: la tensión que ya no se disimula.

En el fondo, lo que planteó Vance no es solo una provocación ideológica: es la descripción de un conflicto estructural. Dos tecnologías con lógicas opuestas —cripto y la IA— están en el centro de la disputa global por el poder.

Bitcoin y las criptomonedas, nacidas al calor de la crisis financiera de 2008, representan la ruptura: una forma de dinero descentralizado, sin intermediarios, sin bancos centrales, sin gobiernos. Su filosofía es clara: cada individuo debe poder controlar su propio capital, sin depender del Estado ni de instituciones “fallidas”.

Por eso fueron abrazadas por el universo libertario. En EE.UU., figuras como Ron DeSantis y Donald Trump las reivindican como bandera de soberanía personal. En Argentina, Javier Milei las incorporó al corazón de su relato político: “el dinero del pueblo, sin inflación ni Estado”.

En cambio, la inteligencia artificial se mueve en otra lógica. Necesita datos masivos, infraestructuras complejas, entrenamiento centralizado y poder de cómputo. En muchos casos, depende —o colabora— con grandes corporaciones o gobiernos.

Cuando China usa IA para reconocimiento facial, vigilancia y monitoreo social, lo hace desde una concepción verticalista y planificadora del orden público. Y ese modelo es el que Vance teme que se exporte a Occidente bajo la máscara de innovación.

¿Tecnologías con ideología?

La afirmación de que la tecnología no es neutral no es nueva. Desde la imprenta hasta Internet, los grandes avances siempre implicaron disputas de poder, resistencias y apropiaciones.

Lo que sí resulta novedoso —y revelador— es que un vicepresidente de Estados Unidos traduzca esas tensiones en categorías políticas explícitas: derecha, izquierda, comunismo, libertad.

Es un discurso que ordena el mundo digital en bloques ideológicos, como si cada tecnología representara no solo un modelo de uso, sino un modelo de sociedad.

Cripto: individuo, descentralización, soberanía, desconfianza del Estado.IA: sistema, planificación, vigilancia, protagonismo del Estado.

Una lectura que puede sonar simplista, pero que funciona. Porque encarna la batalla cultural del siglo XXI, donde no solo se disputan leyes o votos, sino también el sentido mismo del futuro.

Las consecuencias de esa grieta: ¿hacia una polarización digital?

Cuando se carga de ideología a la tecnología, también se empieza a legislar con esa lógica. En Estados Unidos, la derecha empuja desregulaciones para las cripto y pide mayor control sobre la IA. La izquierda, a la inversa, promueve límites a las criptomonedas por su uso informal o delictivo y defiende el uso estatal de la IA para servicios públicos.

Pero el riesgo no es solo jurídico. Es cultural. Lo que Vance planteó de forma explícita —y muchos otros insinúan— es que las tecnologías no se definen solo por lo que hacen, sino por quién las maneja y con qué fin.

En ese marco, cualquier uso de IA puede ser visto como sospechoso. Y cualquier defensa del cripto puede ser vista como antisistema. Se genera así un terreno fértil para la desconfianza mutua, los prejuicios y las respuestas extremas.

¿Delirio o síntesis?

¿Exageró Vance? Tal vez. Pero su frase no es solo un desliz. Es un síntoma. De que las tecnologías dejaron de ser herramientas para convertirse en territorios de disputa cultural, económica y geopolítica.

Y en ese nuevo mapa del poder, saber leer los códigos —cripto, IA, blockchain, data— será tan importante como saber leer los diarios. Porque en ellos se escribe, a toda velocidad, el nuevo contrato social del siglo digital.

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