Invierno excepcional: altos rindes pero fuerte presión sanitaria en trigo y cebada
Un informe del INTA Pergamino detalla cómo una de las campañas invernales más lluviosas de los últimos 50 años permitió expresar altos potenciales de rendimiento en trigo, pero también generó un escenario sanitario desafiante que puso a prueba a los materiales y al manejo.
La campaña de invierno 2025 dejó resultados sobresalientes para el trigo y la cebada en la región de Pergamino. Ensayos realizados por el INTA local, al que pudo acceder La Opinión Campo, mostraron rindes que se ubicaron entre los más altos registrados a nivel regional, con valores que oscilaron entre 7.000 y 9.000 kilos por hectárea en trigo y entre 7.000 y 9.200 kilos en cebada, según ambiente, manejo y genotipo. Detrás de estos números se combinó un escenario climático excepcional con una presión sanitaria inusualmente elevada.
Desde el organismo técnico explicaron que el punto de partida fue clave: un otoño lluvioso permitió una óptima recarga del perfil del suelo y, al momento de la siembra de fines de mayo, los lotes contaban con más de 200 milímetros de agua útil acumulada. Ese respaldo hídrico sostuvo a los cultivos durante todo el ciclo.
A lo largo del invierno tardío y la primavera, las precipitaciones continuaron siendo protagonistas. Entre junio y noviembre se acumularon 622 milímetros, ubicando a esta campaña dentro del 10% más lluvioso de los últimos 50 años.
“Este escenario, junto con temperaturas moderadas, permitió que las variedades exploraran su potencial de rendimiento”, destacaron los técnicos Andrés Llovet, Juan José Lanzillota, Fernanda González y Lucrecia Couretot del INTA Pergamino, creadores del informe.
Un ambiente ideal para rendir… y para las enfermedades
La contracara de la alta disponibilidad hídrica fue un ambiente altamente conducente al desarrollo de enfermedades. La combinación de lluvias frecuentes, elevada humedad relativa y temperaturas favorables generó una fuerte presión epidémica, lo que permitió evaluar con claridad el comportamiento sanitario de los distintos materiales bajo condiciones naturales de inóculo.
En trigo, las primeras alertas llegaron temprano. Durante agosto se detectaron infecciones iniciales de roya amarilla en estadios de macollaje, con una dinámica epidémica que avanzó de manera desigual según la variedad. Más adelante, desde fines de encañazón, la mancha amarilla mostró niveles de incidencia y severidad de moderados a altos, muy vinculados al inóculo presente por el antecesor del cultivo.
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Hacia octubre, el panorama sanitario se complejizó aún más. Se observó un incremento marcado de roya de la hoja en variedades susceptibles y, ya en grano lechoso, la aparición de roya del tallo. A esto se sumó la fusariosis de la espiga, favorecida por lluvias y eventos prolongados de mojado durante antesis, con diferencias claras entre genotipos. “Las respuestas fueron compatibles con distintos niveles de susceptibilidad genética”, indicaron desde el informe.
Cebada: enfermedades foliares y un rol clave del manejo
En cebada, la sanidad estuvo fuertemente condicionada por la calidad sanitaria de la semilla y los tratamientos utilizados. Desde macollaje, la mancha en red tipo red se posicionó como la enfermedad predominante, con avances epidémicos dependientes del material. Más adelante coexistieron mancha en red tipo spot y mancha borrosa, mientras que Parastagonospora nodorum tuvo una presencia menor.
Uno de los datos más llamativos de la campaña fue la elevada intensidad de roya de la hoja de la cebada, un comportamiento que no se registraba con esa magnitud desde hacía aproximadamente una década. Durante el llenado de granos también se observaron incidencias importantes de Ramularia, favorecidas por el estrés fisiológico y la alta humedad ambiental.
Frente a este contexto, el manejo sanitario fue determinante. La mayoría de los lotes recibió al menos una aplicación de fungicidas foliares y, en variedades más susceptibles, se realizaron dos tratamientos. Según el INTA, la respuesta en rendimiento osciló entre 300 y 1.600 kilos por hectárea, en función del genotipo y su nivel de susceptibilidad.
En cebada, el uso de fungicidas fue señalado como “clave para sostener el rendimiento y la estabilidad productiva”. En cebada, el uso de fungicidas fue señalado como “clave para sostener el rendimiento y la estabilidad productiva”.
Los técnicos anticiparon que en las próximas semanas se difundirá el análisis completo de las variables ambientales, de rendimiento y sanidad. Ese trabajo, aseguran, aportará información estratégica para ajustar decisiones de manejo en futuras campañas, en un escenario donde el clima puede potenciar tanto las oportunidades como los riesgos productivos.