lunes 27 de octubre de 2025

Triste lunes para Juan Grabois

El votante bonaerense habló con claridad. Ahora el peronismo debe replantearse cuanto les suma los Grabois de la vida.

27 de octubre de 2025 - 13:41

Hoy debe ser un día de algún nivel de tristeza para Juan Grabois. No porque haya perdido él —en rigor, nunca ganó nada—, sino porque representa, sin quererlo o queriéndolo mucho, el centro neurálgico de la derrota de Fuerza Patria. Grabois es, por definición, un conector: se dice amigo de Axel Kicillof, compañero de Máximo Kirchner y fan de Cristina. Casi como la zapatilla que aúna todos esos enchufes del peronismo en sus distintas tensiones. Pero esta vez, la corriente le jugó una mala pasada. Eso sí, en el enchufe de al lado hay otro triste: Sergio Massa. Dos caras distintas de la misma derrota.

Los resultados de este lunes fueron una sorpresa que muchos preferirían no mirar de frente. La Libertad Avanza se impuso con fuerza en todo el país, pero fue en la provincia de Buenos Aires donde el golpe resonó más fuerte. Esa tierra que el kirchnerismo consideraba su bastión, su refugio natural, empezó a mostrar grietas que ni Axel ni sus militantes pueden seguir barriendo debajo de la alfombra del relato.

El 8 de septiembre pasado, todavía envalentonados con los resultados parciales y con una diferencia muy importante sobre los libertarios, el núcleo duro de Fuerza Patria creyó que tenía la elección en el bolsillo.

Había que decidir entre leer lo que quiso decir el electorado o prender fuego todo. Fiel a su estilo, Grabois optó por la segunda: compró bidones de nafta, metafóricamente hablando, y comenzó la gira del enojo.

A partir de ahí, el discurso se volvió más cerrado, más acusatorio, más distante de la calle que dice representar. Los gestos se endurecieron. La épica reemplazó al análisis. El votante, mientras tanto, miraba por televisión un espectáculo que parecía repetirse en loop: los mismos argumentos, las mismas caras, los mismos tonos indignados.

Y fue acá, en Pergamino, donde empezó la caída libre del relato. Idealizaron una seguidilla de datos inconexos, confundieron el entusiasmo propio con el apoyo real y hasta celebraron encuestas que solo ellos creían. Todo eso terminó, como era previsible, con la renuncia de Espert.

A veces la política tiene sus ironías: la salida de uno se convierte en el impulso del otro.

Probablemente, esa fractura haya sido el punto de inflexión que permitió que La Libertad Avanza, ahora con Santilli al frente —un hombre que ya conocía la victoria—, remontara la elección hasta ganar, por un suspiro, una de las provincias más peronista del país.

Claro que no todo se explica por números o errores tácticos. Hubo también un cambio de clima.

La gente pareció cansarse de la prédica mesiánica, del tono de superioridad moral con que algunos sectores hablan del resto como si no entendieran el país. Esa distancia entre el “pueblo” de los discursos y el pueblo real de las calles bonaerenses fue quizás el ruido más evidente.

Eso sí, por si quedaban dudas, decidieron redoblar la apuesta: radicalizaron el discurso. Y lo que es peor, nos mostraron por televisión que nuestro futuro, si dependía de ellos, iba a ser lo peor del pasado. Una mezcla de nostalgia y soberbia, de épica rancia y amenazas recicladas.

Perdón, Juan Grabois, si hoy es un día triste para vos. Pero la democracia tiene esas cosas: cada tanto nos recuerda que el poder no se hereda, ni se declama, ni se conserva a fuerza de consignas. Por lo menos, los demás bonaerenses estamos muy contentos con los resultados.

Porque más allá de los nombres, de las caras y de los slogans, lo que se votó no fue solo una clara ratificación al rumbo del gobierno: fue un llamado de atención a los del pasado. A los que creen que somos boludos.

Seguí así, Juan. Más radicalizado que nunca. Nos hace bien.

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