En la Patagonia hay cada vez más monocultivos forestales. Una de sus principales plagas son las hormigas. Para controlarlas, hoy se usan cebos tóxicos que tienen efectos negativos en el ambiente. Por eso, un estudio interinstitucional evaluó el uso de una estrategia innovadora basada en atrayentes y repelentes vegetales.
De esta forma lograron reducir el daño por hormigas y aumentar del 2 al 54% la supervivencia de árboles recién plantados. Este avance en el manejo integrado de plagas forestales fue descontinuado por la crisis del sector científico.
“La Patagonia se suele asociar con paisajes naturales prístinos, pero desde hace varias décadas existen muchas plantaciones forestales. En general, se usan pinos exóticos para producir madera”, contó Marina Alma, investigadora del instituto INIBIOMA, del CONICET y de la Universidad Nacional del Comahue.
Estas forestaciones se hacen en forma de monocultivos y enfrentan muchas plagas. La hormiga cortadora de hojas —Acromyrmex lobicornis— es una de las más importantes. “Esta especie nativa es súper voraz. En especial, causa daños severos en las primeras etapas de crecimiento de los árboles y sobre todo cuando es lo único que tiene para comer”, explicó.
Volver a lo sustentable
Hoy en día, para controlarla en la Argentina se usan cebos tóxicos, que tienen impactos ambientales negativos. Contaminan suelos y aguas, y afectan a todos los animales que los consumen, incluso a las personas. “En Europa están prohibidos. Por eso, es urgente encontrar alternativas sustentables”, advirtió Alma.
En su estudio, la investigadora probó una estrategia llamada push-pull —o estímulo disuasivo— en base a compuestos vegetales. “Está poco explorada en plantaciones forestales. El objetivo es modificar el comportamiento de las hormigas para disminuir sus daños. Esto se hace aplicando a la vez un compuesto repelente que las aleja de los pinos y otro que las atrae hacia un recurso alimenticio alternativo”, señaló.
La investigadora, en un informe publicado por el medio oficial de la Facultad, sostuvo que usó aceite esencial de árbol de té como repelente y pulpa de cítrico deshidratada como atractivo. “En un estudio a pequeña escala, plantamos pinos cerca de las áreas de forrajeo de las hormigas y aplicamos el push-pull. Evaluamos diferentes aspectos de la interacción entre los pinos y las hormigas, y cuántas plántulas sobrevivieron a los 30 días”.
“El resultado principal fue comprobar que la estrategia realmente funciona. Sin tratamiento, solo sobrevivió el 2% de las plantas jóvenes; con push-pull, el 54%. Funcionó tanto en los experimentos en los que cultivamos una sola especie de pino como en los que incluimos más especies”. El trabajo se publicó en la revista científica Agricultural and Forest Entomology.
Patricia Fernández, coautora del estudio y docente de la FAUBA, también probó la efectividad de la estrategia en forestaciones de sauces del Delta del Paraná. Logró modificar el comportamiento de las hormigas usando como repelente un compuesto extraído de semillas de la familia botánica Cucurbitáceas y como atrayente la vegetación espontánea de la zona.
Una gran caja de herramientas
Marina Alma remarcó que el control de plagas requiere considerar un gran conjunto de medidas y evitar depender de una solución universal. “El cebo, por ejemplo, pierde efectividad con el tiempo. La hormiga lo empieza a asociar con algo tóxico y lo deja de llevar al nido”.
Por otra parte, señaló que es clave trabajar en conjunto con los productores forestales. “Sin ese vínculo es muy difícil que las estrategias que pensamos lleguen a aplicarse en terreno y tengan los impactos positivos que buscamos”, concluyó.