Durante los últimos días, las lluvias azotaron con fuerza inusual a numerosas localidades del norte de la provincia de Buenos Aires. Salto, Rojas, Arrecifes, San Antonio de Areco y Zarate fueron algunas de las ciudades más afectadas, con registros de entre 250 y 350 milímetros de agua en menos de 48 horas. Aunque Pergamino recibió también un volumen importante de precipitaciones (110 mm), logró evitar una situación crítica gracias al buen escurrimiento.
En este contexto, volvió a aparecer un término que ya se ha instalado en el habla cotidiana: “bomba de agua”. Pero ¿qué significa realmente?
Una lluvia muy fuerte, pero con nombre de alto impacto
Técnicamente, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) clasifica las lluvias según la cantidad de milímetros caídos por hora:
Cada milímetro equivale a un litro de agua por metro cuadrado. Es decir, si caen 100 mm en una hora sobre una manzana, son más de un millón de litros de agua en cuestión de minutos.
Cuando una tormenta descarga gran cantidad de agua en un área muy puntual y en muy poco tiempo, sin que el terreno ni la infraestructura urbana puedan absorberla, se vuelve casi inevitable el anegamiento o la inundación. En el habla común, eso es lo que muchos llaman una “bomba de agua”.
Existe realmente el fenómeno “bomba de agua”?
Desde la meteorología, ese término es coloquial, no técnico. Sin embargo, se lo usa con frecuencia para describir situaciones de precipitación intensa, súbita y localizada. El término técnico más cercano sería ciclogénesis explosiva, aunque no todos los episodios que se viven en el interior bonaerense alcanzan esa categoría.
La ciclogénesis explosiva implica una caída muy rápida de la presión atmosférica, por la interacción de sistemas de baja presión en superficie y en altura. Sus consecuencias pueden ser vientos huracanados, lluvias extremas y tormentas severas.
Pero incluso sin llegar a ese nivel, la lluvia torrencial que cae con violencia en sectores pequeños —como ocurrió esta semana— genera efectos similares: anegamientos instantáneos, rutas cortadas, evacuaciones y grandes daños materiales.
Pergamino, en otro escenario
A diferencia de sus vecinos, Pergamino soportó la tormenta sin mayores consecuencias. El arroyo se mantuvo en niveles normales y el agua escurrió con eficiencia. Sin embargo, la cantidad de lluvia caída (110 mm) hubiera sido suficiente para generar una emergencia si se concentraba en menos tiempo o si el mantenimiento de canales y desagües no hubiera estado al día.