El Alzheimer es una enfermedad que, además de afectar la memoria, altera profundamente la vida cotidiana de quienes la padecen y de sus familias. En este contexto, el entorno donde una persona vive puede marcar una gran diferencia. En Argentina, un proyecto pionero ofrece una alternativa concreta: una residencia pensada desde cero para acompañar el deterioro cognitivo con dignidad.
La iniciativa lleva el nombre de Manantial y fue construida por el arquitecto Manuel Schopflocher junto a un equipo multidisciplinario que investigó y diseñó cada detalle del espacio. Es el único edificio en el país (y uno de los pocos en Latinoamérica) ideado desde sus cimientos para acompañar la evolución del Alzheimer, favoreciendo la funcionalidad, la seguridad y el bienestar emocional.
“La arquitectura puede cuidar. Este espacio fue construido para favorecer que cada persona mantenga, el mayor tiempo posible, la capacidad de dirigir su vida según sus deseos, creencias, gustos e intereses”, afirma Fernando Shalom, fundador y director del proyecto.
Una arquitectura que abraza
Los espacios están pensados para acompañar, no para imponer. El edificio tiene una forma circular, sin pasillos cerrados ni obstáculos, con barandas continuas que guían la deambulación segura. En la planta baja, un jardín con veredas que evocan Buenos Aires invita a caminar sin perderse, estimulando la orientación y la memoria.
Las habitaciones individuales incluyen detalles funcionales y emocionales: vitrinas con objetos personales junto a la puerta, baños visibles desde la cama, cajones transparentes y camas que pueden bajarse hasta el nivel del suelo, evitando barandas y sujeciones.
Pero no es solo una cuestión de diseño. El enfoque de Manantial es biopsicosocial: integra arquitectura terapéutica con estimulación cognitiva, asistencia integral y acompañamiento afectivo. Gracias a este modelo, fue la primera institución en Latinoamérica en ser acreditada como libre de sujeciones.
A medida que las enfermedades neurodegenerativas avanzan, propuestas como esta ofrecen respuestas éticas y humanizadas. La arquitectura deja de ser un simple marco y se convierte en una herramienta activa que transforma un edificio en un verdadero hogar.
Fuente: Ámbito.