En la próxima elección municipal, Pergamino tendrá casi una decena de listas de concejales. Como comentamos en nuestra editorial anterior, en una ciudad con mentalidad de pueblo lo más importante es saber quiénes son esas personas: de dónde vienen, dónde estudiaron, a qué se dedican y cuál ha sido su trayectoria.
Sin embargo, desde hace años hemos naturalizado costumbres que no deberían serlo. Así como en su momento se discutió el nombramiento de Marita Conti al frente del Instituto Maiztegui —no cuestionando su capacidad profesional sino la metodología de designación sin concurso ni carrera interna—, también aceptamos como “normal” que organismos como el ANSES, PAMI o RENAPER se conviertan en botines de la política.
Instituciones convertidas en refugios partidarios
Estos organismos son instituciones de la comunidad, que deberían estar dirigidos por ciudadanos probos, seleccionados por su idoneidad y compromiso, y no como compensación partidaria. En lugar de ser espacios con personal jerarquizado y estable, se utilizan para sostener económicamente a nuevos cuadros políticos sin experiencia de gestión ni compromiso a largo plazo.
El problema no es solamente de quienes ocupan esos cargos, sino de un sistema que los produce. Y aquí cabe una autocrítica como sociedad: no siempre los polémicos armadores políticos son “culpables”; muchas veces repiten los mismos patrones que dicen combatir.
Del voto a la concepción de poder
El 7 de septiembre no solo se trata de elegir concejales; se trata de decidir qué modelo de concepción política y de institucionalidad queremos. La política no puede seguir funcionando como un circuito cerrado donde las reglas reales se dictan por conveniencia y no por principios.
Tal vez el verdadero cambio empiece cuando dejemos de naturalizar lo que no está bien, y entendamos que el voto es, sobre todo, un acto para modificar esos patrones.