En una época donde todo parece urgente, donde corremos detrás de notificaciones, metas, logros y validación externa, resulta profundamente terapéutico volver a lo esencial. Y lo esencial, en muchos casos, no es nuevo: es ancestral.
Los Cuatro Acuerdos del Dr. Miguel Angel Ruiz, inspirados en la sabiduría tolteca, no son sólo frases para compartir en redes sociales: son un camino chamánico hacia la libertad personal. Y en tiempos de vorágine, son medicina. No la que se toma, sino la que se encarna.
En el chamanismo, se sabe que la palabra es energía creadora. Cada vez que hablamos —de otros o de nosotros mismos— estamos sembrando realidad. En un mundo saturado de discursos agresivos, sarcasmo y juicios, elegir conscientemente nuestras palabras es un acto revolucionario.
Ser impecable no es ser perfecto: es hablar con conciencia. Y eso, en sí mismo, ya es una forma de sanación.
El universo no computa la negación. Por eso, cuando nos expresamos en negativo y desde la queja, nos trae más de eso. Por ejemplo, si decimos “no quiero más este agotamiento”, lo que el universo entiende es “quiero este agotamiento”. Por eso es tan importante expresarnos en positivo, en presente, y como si ya lo hubiéramos logrado, sintiendo la emoción de haberlo alcanzado. Esa vibración es la que magnetiza lo que soñamos.
Alguien con agotamiento, por ejemplo, puede complementar sus estudios médicos con afirmaciones positivas como: “Gracias, estoy feliz porque me siento absolutamente descansado”. Y así con cualquier aspecto que deseemos ver expandido en nuestra vida.
Toda nuestra realidad externa es una manifestación de nuestra realidad interna. Podemos comenzar a influir conscientemente en ella con afirmaciones positivas y eligiendo conscientemente nuestras palabras para ser cada vez más impecables.
- No te tomes nada personalmente
Este acuerdo es una invitación a soltar la carga emocional innecesaria. En la práctica chamánica se enseña que todo vínculo trae un espejo: lo que el otro dice o hace habla más de su mundo interior que de ti.
Cuando vivimos tomándonos todo como un ataque o una herida, perdemos energía vital. Recuperarla es también recuperar poder.
Aprender a observar sin absorber es una práctica espiritual tan necesaria como cualquier dieta o rutina de ejercicios. La próxima vez que alguien te confronte, podés elegir no reaccionar de inmediato. Tomate un tiempo para responder y recordá que esa persona probablemente está cargando con muchas cosas que nada tienen que ver con vos.
En tiempos de sobreinformación e inmediatez, el arte de preguntar, escuchar y esperar se vuelve un bálsamo.
El chamanismo enseña que muchas veces proyectamos sobre los demás nuestras propias heridas. Suposiciones como “no me contestó porque está enojado” o “seguro ya no me quiere” no son intuición: son ruido mental.
Dejar de suponer es una forma de limpiar la percepción. Y una percepción limpia es una percepción con poder.
Cuando alguien haga algo que te genere incomodidad, no supongas: preguntá, quitate la duda. Puede que estés malinterpretando. Muchas veces la mente va al peor escenario posible, pero la realidad está lejos de eso.
Y si, luego de pedir una aclaración, descubrís que alguien está teniendo una conducta irrespetuosa, entonces sí: podés poner un límite sano en esa relación.
- Haz siempre lo máximo que puedas
Este acuerdo puede sonar peligroso si se interpreta desde la cultura del rendimiento. Pero desde una mirada chamánica, no habla de exigencia, sino de presencia. Hacer lo mejor posible no significa agotarse, sino actuar con integridad.
A veces, lo mejor que podemos hacer es descansar. O pedir ayuda. O poner un límite. O llorar. Lo importante es estar presentes en el acto. Hacer siempre lo mejor que podamos, sabiendo que estamos vivos, despiertos y alineados con nuestro corazón y nuestra alma.
Conclusión: un llamado a volver al alma
No necesitás hacerlo todo de golpe. Tal vez hoy solo puedas empezar por un acuerdo. Uno solo. Tal vez elegir tus palabras con más suavidad. O dejar de suponer que los demás están en tu contra. Tal vez perdonarte por no haber hecho más, y confiar en que estás haciendo lo mejor que podés.
Los Cuatro Acuerdos son una guía viva. No se recitan: se practican. Y en esa práctica diaria, silenciosa, imperfecta y honesta, empezamos a volver a casa. No a la casa física, sino al centro del alma. Ese lugar donde, aunque el mundo afuera corra, adentro todo está en paz.