jueves 24 de abril de 2025
Carlos Roselli

El testimonio de una vida transitada por la buena senda

Fue trabajador de la industria textil en la época dorada y en el presente, ya jubilado, realiza moldes para distintas empresas. Hincha de Boca, presidió la peña "Dale Boca Pergamino" y fue árbitro de fútbol durante más de 25 años. Padre de tres hijos y abuelo de cuatro nietos, ama vivir fiel a valores que jamás traicionó e inculcó a los suyos.

15 de marzo de 2025 - 00:00

Carlos Alberto Rosselli nació en Pergamino y creció en el barrio Villa Progreso. "Vivíamos en calle Mar del Plata y Zeballos, junto a mis padres Salvador Emilio y Angélica María, y mis hermanos Alicia y Emilio (ya fallecido)". "Mi papá era empleado del Ferrocarril General Belgrano y su mamá fue ama de casa. Era gente de trabajo y muy honesta", resalta, agradecido.

Comenzó su escolaridad en la Escuela N° 41 cuando funcionaba en calle Ecuador y después el último año se mudó al edificio donde hoy funciona la Escuela N° 62. "Tuve una infancia linda, me acuerdo de la escuela, el barrio, la cancha de Compañía que estaba en Mar del Plata y Pedro Torres.

Jugó al fútbol en las divisiones inferiores de Compañía y con esa camiseta llegó a jugar en primera. "Jugué hasta los 18 años", refiere y destaca que conserva hermosas vivencias y muchos aprendizajes de ese fútbol que se jugaba limpiamente. Cuando terminó la primaria comenzó a trabajar. Su historia laboral comenzó a escribirse en Abda, una empresa textil legendaria de la ciudad. "Me inicié como cadete y descubrí una vocación por la confección, aprendí mucho estando allí".

El servicio militar

Como a tantos de su generación, el servicio militar puso entre paréntesis sus rutinas. Cuenta que le tocó hacerlo en San Martín de los Andes: "Fue una buena experiencia, se aprenden muchas cosas de la vida, fundamentalmente a valorar lo que uno tiene". "Estuve diez meses y veinte días y tuve la suerte de que mi padre y mi cuñado, Roberto Barrionuevo, y un amigo de la fábrica con un Fiat 600 me fueron a visitar", agrega.

El oficio y otros caminos

Al regresar de "la colimba" siguió trabajando en la fábrica. "Me formé en la mejor época de la industria textil de Pergamino", expresa y precisa que siguió allí hasta los 24 años, ocasión en la que con José Recouso y Ernesto Molina armaron un emprendimiento textil de manera independiente. "Montamos un taller de corte y durante más de diez años trabajamos para importantes marcas", menciona.

La debacle de la industria textil torció el camino y cuando decayó la actividad textil, tuvo la posibilidad de ingresar al Ferrocarril Bartolomé Mitre. "Entré como llamador, iba a buscar a los maquinistas y guardas cuando les programaban los viajes. Después tomé una tarea de coordinación de los trenes de cargas y de pasajeros. Trabajé como ferroviario durante cinco años, hasta que los ferrocarriles se privatizaron".

"Cuando eso sucedió hice un par de trabajos, y regresé a mi oficio en la confección. Fui a trabajar con Daniel Anías y algunos años después ingresé a Provira, la fábrica textil donde completé mi historia laboral y donde trabajé hasta que me jubilé", relata.

Jubilado hace varios años, sigue en actividad trabajando de manera independiente. "Me gusta mucho la costura y desde hace algunos años me dedico a la moldería, realizo moldes para varias empresas y lo hago desde mi casa", menciona y mira hacia el ambiente de su casa en el que está su mesa de trabajo y los elementos necesarios para la tarea.

Se reconoce un apasionado de su oficio, entiende que la industria ha cambiado y observa con preocupación cómo el resurgimiento que había experimentado en los últimos años, hoy va decayendo producto de políticas estructurales que afectan la actividad e impactan sobre el trabajo. "Realmente soy un apasionado de la costura y de la confección y un agradecido porque comencé como cadete, fui aprendiendo y hoy, con 72 años, puedo seguir dedicándome a lo que me gusta hacer".

El deporte

Otra de sus pasiones es el fútbol. Fue jugador hasta los 18 años y luego árbitro, durante 25 años. "La profesión de árbitro me marcó mucho, conocí mucha gente y muchos dirigentes. Dirigía para Pergamino, pero también viajaba a varias ciudades de la región. El arbitraje me enseñó mucho dentro y fuera de la cancha", sostiene. "Fui árbitro hasta los 50 años, integré la Asociación de Arbitros de Pergamino; después me retiré, pero sigo siempre vinculado al deporte porque tengo un hijo que es árbitro y otro que juega al fútbol, así que siempre estoy cerca del deporte".

La peña de Boca

Hincha de Boca, desde siempre, recuerda que fue su padre quien lo llevó por primera vez a La Bombonera cuando era chico y cuenta que con el paso del tiempo se integró a la Peña Dale Boca Pergamino, la más antigua del país y allí forjó no solo un núcleo de pertenencia sino un espacio desde el cual desplegar una tarea dirigencial y social.

"El primer presidente de la peña fue Carlos Bevacqua y yo tuve el honor de seguir sus pasos. Ejercí la presidencia durante quince años y guardo muchos recuerdos de esa experiencia, parte de mi vida transcurrió allí", destaca. "Hoy tengo el orgullo de ser socio vitalicio de Boca Juniors, y gracias a ello cuando voy a la cancha- cada vez que Boca juega de local- no pago la entrada y me asignan una platea".

"En la actualidad la peña está a cargo de Martín Lafico Guzzo, yo solo colaboro, ahora con la experiencia que me dieron tantos años", agrega, acercando a la conversación anécdotas de viajes, actividades solidarias y proyectos que se impulsaron desde la peña, a la que define como un lugar que es parte misma de su identidad. "El club Boca Juniors les pide a las peñas que se vinculen con las instituciones de sus comunidades y nosotros hemos rendido culto a eso y hemos llevado adelante muchas iniciativas solidarias y comunitarias", añade.

Su núcleo afectivo

En lo personal, a los 24 años Carlos contrajo matrimonio con la mamá de sus dos hijos mayores: Rafael (44) y Nadia (42). Luego de su separación, años más tarde contrajo matrimonio con Mariana Durante, y tuvo a Marcos Angel (12). Habla con profundo orgullo de sus hijos: "Rafael estudió en Pergamino, hizo una pasantía en la Municipalidad y hoy trabaja en Pardo Hogar, además es árbitro. Está casado con Nadia Jalil y tienen dos hijos: Bernarda y Bruno. Nadia está casada con Leandro García, es enfermera especializada, trabaja en el Sanatorio Parque de Rosario y tiene dos hijos: Esmeralda y Ambar. Y Marcos es el más pequeño, va al colegio, y juega al fútbol en Douglas Haig".

"Tengo muy buena relación con mis hijos. La paternidad me tocó experimentarla en distintas etapas de la vida, y por esa razón han sido experiencias diferentes. Todas hermosas. Quizás con mis hijos más grandes no pude compartir tantas cosas, porque el trabajo distrae tiempos para los chicos. Pero todo lo que hice, fue para brindarles lo mejor que podía. Incluso cuando estudiaban, aparte de la fábrica, trabajaba de mozo en eventos, buscando el modo de tener un poco más de lo que teníamos. Hoy, más grande, ya con menor urgencias, paso más tiempo con ellos y a Marcos lo acompaño de otro modo, mi esposa trabaja también, así que lo llevo al colegio y lo acompaño a sus prácticas de fútbol".

En la actualidad, vive en el barrio 22 de Abril "Néstor Kirchner". Su presente es tranquilo. No tiene grandes aspiraciones. En el plano de los anhelos, confiesa que le gustaría conocer Italia, la tierra de sus abuelos. "Pero no reniego ni de mi presente ni de este país que es tan rico", aclara, este hombre que sigue en actividad, que dedica parte de su tiempo a hacer moldes, a estar cerca de los suyos.

"Tengo la fortuna de tener muy buenos amigos. Me gusta pasar tiempo con ellos, voy al Club Sport, donde uno de ellos, Manuel Di Martino, es conserje del bufet, y me tomo un café. Ayudo a 'Ruly' Giustozzi, otro amigo, que está pasando un mal momento de salud y que siempre estuvo para mí, para tenderme una mano. Y me gusta compartir con mis amigos árbitros, con Marcelo Lapeire y tantos otros que me ha regalado la vida".

"He tratado de rodearme de buena gente, ese es el capital que uno tiene para andar derecho en la vida", señala. Y abunda: "Uno tiene que saber elegir la junta".

Un buen balance

Cuando mira hacia atrás, aunque reconoce sentir "un poco de nostalgia", se siente satisfecho del camino recorrido. "Traté siempre de hacer lo mejor posible, me esforcé para tener algo y la alegría más grande de la vida me la han dado mis hijos".

"Verlos encaminados me da una enorme tranquilidad, que sean buena gente, me causa una felicidad inmensa", resalta. Y esa apreciación, lo define, por cuanto expone con suma claridad los valores que han sostenido su andar, esos que ha sabido tomar de sus padres y que ha podido transmitir a sus hijos, esos seres que ama y en los que ve su trascendencia. En retrospectiva, la vida le muestra un buen espejo, lo sabe y se siente honrado del modo en que ha transitado la senda, guiado por el buen obrar, a cada paso.

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