martes 15 de abril de 2025
Ana Pacini

La sencillez de una mujer que en cada experiencia inscribió su esencia

A los 22 años trabajando en la Delegación de Guerrico le encomendaron elegir el nombre de las calles del pueblo. Más tarde, en el Municipio participó de la génesis del Departamento de Documentación y Legislación en el que desplegó su pasión por la archivología. En lo personal, tuvo claros y oscuros que la transformaron en un ser resiliente.

30 de marzo de 2025 - 07:18

Ana Graciela Pacini vivió su infancia y adolescencia en Conesa, Partido de San Nicolás, con sus padres, José y Angelita. Tiene un hermano mayor, Alberto. Su Perfil es la síntesis de una historia de vida simple, aunque cargada de vivencias que muestran la esencia de una persona sensible y resiliente.

En el comienzo de la charla, que transcurre en la intimidad de su departamento, ubicado en el corazón de la ciudad, habla de su niñez: “Crecí en el pueblo, un lugar apacible de calles de tierra. Guardo recuerdos hermosos de ese tiempo y cierta nostalgia”. Lo que cuenta tiene que ver con sus orígenes y lo que dice silencia el ruido exterior que ingresa por el ventanal del balcón, para abrirle paso a un sendero de vivencias imborrables de un pasado que constituye su identidad.

“Mis padres fueron muy trabajadores. Ella era ama de casa y él guardia cárcel. Y en el tiempo libre se dedicaban a trabajar la tierra, hacer huerta y criar animales. Mi mamá era la administradora de la casa y ambos eran muy buenas personas, honestas y generosas”, resalta recordándolos.

“Yo fui a la Escuela N° 17, era una escuela nacional, y cuando llegué a séptimo grado, los colegios pasaron a ser provinciales. Ese hecho marcó un cambio e hizo que nos tuviéramos que integrar con otros estudiantes. Pasamos a ser la Escuela N°14”, relata y destaca el compromiso de las maestras, la mayoría de ellas del pueblo, que se esforzaron por hacer que esa integración rindiera los mejores frutos: “Al egresar organizaron un viaje inolvidable a Chapadmalal”.

Hizo el secundario en el Instituto Comercial Conesa. “Soy de la promoción 1975”, refiere. Aunque le hubiera gustado seguir estudiando, al egresar se insertó en el mundo del trabajo. “En ese momento mi familia no tenía la solvencia económica suficiente para costear estudios superiores, así que comencé a trabajar. En verdad, estando en el secundario, en las vacaciones, mi mamá me llevaba a trabajar a una fábrica de productos alimenticios, que se llamaba Noriega. Ellos comenzaban en noviembre con la producción de arvejas y continuaban con choclo y ananá. Me asignaban trabajo en la encajonadora y en otros procesos, yo tenía 13 años”, describe.

Siempre fue muy responsable. “Al terminar la secundaria entré a trabajar como secretaria en un instituto médico de Conesa y estuve allí hasta que ingresé como administrativa en la Delegación de Guerrico”.

En la Delegación, una gran tarea

Trabajando en la Delegación, surgió la necesidad de ponerle nombre a las calles del pueblo. Teniendo apenas 22 años, tuvo el privilegio de ser la encargada de esa tarea. Cuando lo recuerda, aparecen anécdotas que trascienden lo personal y se inscriben en la biografía misma del pueblo: “Un día llegó el delegado y me dijo: ‘En Pergamino me pidieron que les pusiéramos nombre a las calles’ y me asignó esa misión. En ese tiempo no había Internet para buscar ayuda, así que empecé a delinear qué nombre ponerle a cada calle y a buscar el modo de darle un sentido a esa elección”.

Inquieta y perseverante, comenzó a completar cada casillero del plano que le dieron, con el nombre elegido para cada arteria. La historia que cuenta es entrañable: “En esa época estaba la Cooperativa Agrícola ‘Juan Bautista Alberdi’, funcionaba en una esquina del centro del pueblo. A esa calle le pusimos ‘Avenida Juan Bautista Alberdi’ en honor a la Cooperativa. En esa misma calle está la Iglesia y la fiesta de Guerrico es el 8 de diciembre, entonces al lateral de la parroquia la llamamos ‘8 de diciembre’. Yo iba a dibujo y pintura con una señora que se llamaba Susana Barcelona de Campofiloni, la quería mucho. Ella era admiradora de Leonardo Da Vinci y había pintado una parte de la iglesia con una pintura hermosa. A la calle donde ella vivía le puse ‘Leonardo Da Vinci’ en honor a ella”.

“El policía del pueblo era Rodolfo Castillo. El y su esposa, les habían comprado a sus hijas adolescentes dos tomos de diccionarios con bibliografía. Se los pedí prestados y de allí fui tomando referencia de personalidades argentinas que hicieron cosas importantes”, relata.

Y así llegó a la última calle del pueblo: “A los 20 años yo había viajado a Mar del Plata, y había quedado fascinada con la avenida Patricio Peralta Ramos y ese mar imponente. Un día pensé: ¡Cómo el pueblo no va a tener una calle con ese nombre! Fue así que a la última calle del pueblo le puse ‘Patricio Peralta Ramos’. No tiene el mar enfrente, pero sí un hermoso campo”.

“Hasta el día de hoy cada vez que paso por Guerrico, de camino a Conesa, entro al pueblo y lo recorro, recordando aquellos tiempos”, confiesa.

Su llegada a Pergamino

Ya casada, se estableció en Pergamino y aquí conformó su familia. “Me trasladaron desde la Delegación a la Municipalidad. Ingresé al área de Contaduría, pero al poco tiempo pasé a la Secretaría de Gobierno”, menciona. “Venirme a vivir a la ciudad fue algo grande. Me costó adaptarme porque toda mi vida había transcurrido en el pueblo, allí donde todos nos conocíamos. Nos establecimos en una casa en el barrio José Hernández, allí nacieron mis hijos, Paula (40) e Ignacio (36) Anías”.

Con el paso del tiempo se fue adaptando a las dinámicas de la vida que le proponía la ciudad y la crianza de sus hijos y el trabajo hicieron el resto. “Es un lugar hermoso Pergamino, hoy la siento como propio”, resalta y recuerda el tiempo en que vivieron en un departamento en el centro y cuando se mudaron a la casa del barrio General San Martín.

Los desafíos del trabajo

Al hablar de su experiencia en la Municipalidad se muestra agradecida. “Le debo al Municipio mucho de lo que tengo y de lo que soy. Trabajando allí crecí mucho personal y profesionalmente”.

“En el área de Gobierno hice prácticamente toda mi carrera administrativa. Estuve en la parte de Red Vial y con Juan Carlos Gigena, que era mi jefe, luego pasé a la parte de redacción de decretos y resoluciones. En una ocasión, una compañera mía que hacía el archivo se enfermó y Gigena me convocó para que me hiciera cargo de esa tarea. Era ‘el archivo de Gigena’, así se lo conocía. Y allí se hacían los libros de protocolo, con máquina de escribir y carbónicos copiativos, que después se pasaban con gelatinas. Era una tarea muy artesanal y el volumen de lo que se producía permitía sostener ese método de trabajo. Cuando se incorporaron las computadoras, cada uno podía volcar al archivo la cantidad de documentos que quería. La tarea se tercerizó y yo seguí con el archivo”, describe.

Haciendo ese trabajo, descubrió su vocación por la archivología y comenzó su carrera terciara en La Plata. “Tuve mucho apoyo de mi familia, del que era mi esposo, mi suegra y los chicos que fueron incondicionales cuando comencé a estudiar”.

La génesis de un área nueva

La carrera le dio las herramientas para acompañar el ordenamiento normativo del Municipio y le ayudó a descubrir que lo que ella manejaba no era solo un archivo sino un área de Documentación. “Le propuse a Nora Sacoski y a Paula Villanueva la creación de un área específica, ellas aceptaron y así nació el Departamento de Documentación y Legislación en el que trabajé hasta que me jubilé”, cuenta, agradecida de haber podido ser parte de la génesis de un espacio que guarda información valiosa y brinda instrumentos a las distintas áreas del Municipio.

“A cargo del Departamento, pude restablecer el Boletín Municipal y también trabajar en el proyecto del Digesto que, aunque no se concretó, supuso una experiencia de mucho trabajo”, describe.

Una nueva etapa

Jubilada hace siete años, con el retiro de la actividad laboral inició una nueva etapa. Antes, la vida le había planteado otros cambios. Divorciada hace varios años, reconoce que su separación representó “el gran quiebre”, quizás el más importante de su vida, y la puso frente al reto de aprender a vivir de otra manera. “No fue fácil, pero hoy estoy muy bien”.

“Ya estaba sola cuando me jubilé y lo hice cuando estaba a punto de nacer mi primera nieta, fue como inaugurar un tiempo de mucha alegría”, resalta. Con 67 años, es abuela de tres nietas: Lola (7), Bernarda (6) y Paz (3 y medio). “Las disfruto mucho, paso tiempo con ellas y con mis hijos. Ignacio tiene su negocio y está en pareja con Yamila y Paula está sola y trabaja en la Municipalidad”.

Aprender de cada vivencia

Tanto en el plano laboral como personal, ha tomado cada experiencia como una oportunidad de aprendizaje. Reconoce que si hay algo que le enseñaron los cambios fue a conocerse a sí misma. “Soy bastante Pacini, me parezco a José. Aunque tengo cosas de Angelita”, dice, volviendo sobre la memoria de sus padres. “El falleció en 2009 y ella en 2022, los dos fueron longevos y tuve la dicha de disfrutarlos y pude acompañarlos en su vejez”.

Afianzada en su presente, reconoce que ya no extraña trabajar. “Sinceramente nunca me gustó madrugar y hoy las rutinas del día son más libres de horarios. Disfruto de las pequeñas cosas y le doy gracias a la vida”. Ama cantar y toma clases con Cora Tuliani en la Unnoba: “Es un espacio hermoso que comparto con buena gente”.

Siente un profundo respeto por la amistad: “Tengo amigas de toda la vida. Las amigas del jardín siguen estando, algunas viven en Conesa, otras en San Nicolás o Ramallo. Acá tengo otras amigas. Desde que estoy sola coseché amistades que no tienen precio”, resalta. “Mis amigas de allá y las de acá se han integrado”, señala mostrando la riqueza que tiene la geografía afectiva se amplía.

Un buen balance

Vuelve a su pueblo a menudo. Allí la esperan sus afectos, su prima, familiares que le abren la puerta y amigos incondicionales. Cuando lo hace vuelve a su esencia. Aquí y allá hay parte de su historia. Sin sueños imposibles, es de las personas que sabe ir por aquello que desea. Ha transitado momentos de profunda felicidad y también pérdidas dolorosas, asumiéndolas como parte de la vida: “Los malos momentos me han enseñado que se puede salir más allá de tocar fondo, que hay que buscar ayuda y rodearse de los afectos. Y los buenos momentos me han enseñado que hay que disfrutar plenamente”.

Hoy honra esa capacidad de disfrute sin abandonar su esencia. “Soy feliz y estoy agradecida. Soy una persona simple que ha tenido una vida común, que ha vivido lo que vive la mayoría, y he aprendido a rescatar lo bueno. Estoy contenta con lo mucho o poco que pude haber cosechado. Mi definición es que ‘no hay como lo poco cuando es suficiente’”. Y esa respuesta es su semblanza, esa que la define.

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Publicado por Diario La Opinión en Domingo, 30 de marzo de 2025

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