“En el Centro de Instrucción Profesional de la Fuerza Aerea que estaba en Ezeiza recibí formación militar profesional, fue un proceso muy riguroso”, destaca. Al terminar la instrucción, y luego de obtener un desempeño que lo ubicó entre los quince primeros, obtuvo el título de cabo en la especialidad de operador de torre. “Pero, siguiendo el consejo de un militar, cambié de especialidad y me aboqué a contra incendios, que fue a lo que me dediqué desde entonces”.
“Amo el fuego”, exclama, guardando respetuosamente en su memoria el registro de cada situación en la que le tocó intervenir. “Muchas de las víctimas que me tocó asistir en emergencias eran mis compañeros, es difícil”, admite.
“Fui destinado a la base de Morón, en la Séptima Brigada Aérea, donde estuve desde 1974 hasta 1981. De ahí me dieron el pase a Rosario, al Aeropuerto Internacional donde estuve durante veinte años en aviación civil”, señala.
Allí conoció entre muchas otras personalidades a Diego Maradona y al Papa Juan Pablo II, con quien vivió una experiencia extraordinaria: “Aunque no había tenido la posibilidad de interactuar con él, al irse, me dio la bendición y mi vida cambió desde entonces. Mi familia fue testigo de ese momento a través de la televisión”, relata.
Un ir y venir constante
En ese tiempo viajaba de Rosario a Pergamino todos los días. “Dormía arriba del colectivo y en los ratos era viajante de una marca de productos lácteos”. Ya había conformado su familia y ese tiempo con los suyos era sumamente valioso. “En el tercer año de carrera me casé con Graciela Lidia Leiva, hija de Horacio Amadeo Leiva”, comenta. Tuvimos una hija, Gabriela, que hoy tiene 49 años, está casada con Héctor Biscaysacú, y es mamá de Fernando (19) y Camila (14), mis nietos amados”.
Una larga trayectoria
“En el aeropuerto internacional de Rosario fui encargado del servicio contra incendio. Auxiliar del servicio de transporte del aeropuerto, jefe de asesoría Prevac, jefe de mesa de entradas y salidas, jefe de división de personal, auxiliar de la jefatura de operaciones y encargado de la ayudantía del jefe del aeropuerto. Estuve hasta el año 2000”, describe.
“El pase a aviación civil me salió un año antes de la Guerra de Malvinas, y cuando se desató el conflicto trabajamos todos, y además me ofrecí como voluntario para relevo”, cuenta.
“En julio de 1998 me encomendaron la misión de formar el primer Servicio de Salvamento y Extinción de Incendio (SEI), el que iba a operar en un aeropuerto con personal propio de la fuerza, y que luego fue tomado como ejemplo para la formación del resto de los servicios. Fue una misión por la que fui felicitado por el comandante de Regiones Aereas de la Fuerza Aerea Argentina”, menciona con orgullo y agrega que también fue encargado e instructor del Servicio de Salvamento y Extinción de Incendio y jefe de SEI desde 1999 hasta el 31 de diciembre de 2000.
“Desde 2000 a 2008 estuve en el Comando de Regiones Aéreas. En el Departamento de Operaciones, en el Edificio Condor, fui encargado de la división de Salvamento y Extinción de Incendios. Luego volví a Morón, donde estuve tres años”.
“En el Instituto de Aviación Civil fui encargado de ayudantía del grupo base INAC, instructor del servicio SEI, ayudante del jefe del Grupo Base y encargado del Departamento de Control de Gestión del Instituto”, detalla. Y continúa: “En la jefatura militar del Estado Mayor General de la Fuerza Aerea fui encargado de la ayudantía del jefe militar del Estado Mayor General desde diciembre de 2008 hasta septiembre de 2009 en que terminé mi carrera habiendo alcanzado el grado máximo al que un suboficial puede aspirar”.
“Fueron 37 años de servicio”, afirma, reconociendo que le hubiera gustado quedarse hasta cumplir los cuarenta años en la fuerza. “Me siento muy orgulloso de mi carrera, soy instructor de rescate de accidentes de aviación internacional”, agrega este hombre inquieto por capacitarse y superarse.
“Participé de muchos cursos, uno de ellos dictado por la Florida Emergency training Facility, en Ocala regional Airport, Estados Unidos, un centro de entrenamiento dependiente de Florida Estate Fire College. Y hasta llegué a conocer la Nasa”, comenta.
Asegura que la templanza con la que afronta la adversidad le sirvieron mucho. “Cada vez que me sometía al examen psicofísico, los psicólogos y psiquiatras se asombraban porque si bien soy una persona nerviosa, ante algo grave, actúo con mucha calma y cuando me preguntaban cómo lo conseguía les contaba que me apoyaba en la música y la metafísica”.
Su hacer en la faz privada
Multifacético, es instructor contra incendio y rescate de accidentes de aviación, cuenta con matrícula internacional como jefe de aeródromo público sin servicio de tránsito aéreo y posee formación y experiencia en planes de emergencia y evacuación de aeropuertos”.
En el ámbito privado colaboró y prestó asesoramiento en su especialidad a la Sociedad Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Pergamino. Fue colaborador en la parte de seguridad Contra Incendio en aviación con el aeródromo de Pergamino y el Club Escuela de Paracaidismo. También prestó colaboración incondicional en la inundación de 1995. Brindó asesoramiento sobre técnicas de combate de incendios y rescate en aeronaves al Cuerpo de Bomberos Zapadores de la ciudad de Rosario. Asesoró y entrenó al cuerpo de Bomberos Voluntarios de Baigorria, Funes y Roldan. Además, fue integrante de la Junta de Defensa Civil de Rosario y asesor ad honorem de la Junta de Defensa Civil de Morón.
El regreso a Pergamino
El retiro de la fuerza le supuso un cambio de vida. Durante años estaba en Pergamino solo en sus días de descanso. “Yo quería volver, mi familia estaba acá y Buenos Aires se estaba poniendo complicado. Había pasado buena parte de mi vida viviendo en el casino de suboficiales”.
“Retirarme fue un cambio enorme, con mi esposa habíamos sido novios durante esos años, nos veíamos solo los fines de semana. Ella había sido tesorera de Iñiguez y por esa razón nunca nos habíamos podido establecer en un barrio militar, ni lo queríamos”, refiere reconociendo que en esos años de “distancia” siempre fueron muy unidos y se acompañaron incondicionalmente. “Gracias a Dios pude siempre disfrutar de mi hija que fue muy apegada a mí”, afirma.
La música, otra pasión
Desde siempre Carlos sintió una pasión por la música. “Mi hermano tenía un clarinete y a mis 8 años con una mesita de luz y un par de escobillas me inventaba una batería para acompañarlo. Debuté en público con ‘The Vikings’ en 1965 como baterista. También estuve con Pepe Mota y tuve el Grupo Cereza”.
“Fui alumno del maestro Osvaldo ‘Pichi’ Mazzei de Capital Federal, músico estable de Canal 13 y uno de los mejores bateristas de jazz de Argentina”, menciona y recuerda que tuvo el privilegio de acompañar a figuras de nivel internacional.
“Cuando inicié mi carrera, la música quedó entre paréntesis y treinta y nueve años después, regresé en 2010. Hice un espectáculo con Juan Calderón, y tuve mi paso por la Banda Municipal. Hoy tengo una batería que me regaló mi esposa y toco en mi casa”, sostiene.
Desde 1988 hasta 1991 fue propietario y organizador del sistema de proyección de la sala de cine para niños Micro Cine Unión Ferroviaria Mitre. “Comenzamos a incursionar con cine en las escuelas con mi sobrino Gustavo Resa y en una ocasión, hablando con un amigo que trabajaba en el Cine Monumental, surgió la posibilidad de restaurar la sala, cuatro empresas nos armaron la pantalla y comenzamos”.
“Los fines de semana trabajábamos a sala llena. Fue un proyecto hermoso, yo los viernes cuando regresaba de Rosario traía las películas y el lunes, cuando me iba las llevaba”, relata.
Su presente
En la actualidad, es productor del espacio “Los Consejos PREVAC de Carlitos”. En su cuenta de redes sociales a diario publica contenidos sobre temáticas diversas, siempre orientadas al servicio. También lo entusiasman sus colecciones de piezas de bomberos en miniatura. Tiene más de 800, muchas construidas con sus propias manos.
En lo afectivo, su familia es su núcleo esencial. Los fines de semana disfruta de salir a almorzar con su esposa y cada mañana comparte una mesa de café con amigos. Dueño de una profunda fe, es un agradecido a la vida y a Dios. Nunca le interesó el dinero y jamás traicionó sus valores: “Yo siempre ejercí profesionalmente y mi ambiente de trabajo fue la pista”.
Sabe que ser recto y honesto le abrió las principales puertas, esas que jamás se cierran. Sobre el final de la charla, vuelve sobre sus raíces y habla de su abuelo Gregorio, un hombre que amaba los desfiles militares y asistía a ellos cada 9 de Julio. “Quizás de él tomé alguna influencia”, sospecha. Y agradece aquello que haya sido impulso para su vocación.
“Como toda actividad, el ser militar tiene sus cosas feas y lindas. Supone muchos sacrificios, pero es un servicio. Yo he sido y soy un hombre comprometido con una tarea que sirve a los demás. Y siento que soy parte de una gran familia, esa es quizás, la mejor recompensa que he obtenido”, concluye.