miércoles 09 de julio de 2025

Carlos Calvo, un grande del basquetbol que halló en esta geografía su destino

Llegó a Pergamino en 1989 para jugar en Gimnasia y Esgrima y se transformó en un vecino de esta ciudad, querido por su desempeño deportivo y su don de gente.

22 de junio de 2025 - 07:18

Carlos Guillermo “Bocha” Calvo llegó a Pergamino de la mano del basquetbol. Jugador de las grandes ligas de ese deporte, encontró en esta ciudad un espacio donde desplegarse a pleno ese talento que nutrió con técnica y dedicación. Había nacido en General Roca, provincia de Río Negro, y su cuna deportiva fue Bahía Blanca, un lugar del que salieron grandes exponentes de ese deporte.

Con más de la mitad de su vida transcurrida en esta geografía donde formó su familia, es considerado un pergaminense, aunque él, en su fuero íntimo, conserva su apego al lugar en el que creció. También, su amor incondicional por “Bahía”, ese territorio en el que aprendió mucho de lo que sabe y donde cosechó amigos entrañables.

Acepta trazar su Perfil Pergaminensecon humildad. Destaca la generosidad con la que Pergamino le abrió las puertas a su llegada. En el comienzo de la charla cuenta anécdotas de su infancia: “Mi familia estaba integrada por mis padres Gonzalo y Lala, ambos ya fallecidos; y mis hermanos, Daniel, Ana María y Silvina”.

“Mi papá tenía una tintorería y mi mamá era ama de casa y le ayudaba en el negocio. Y nosotros también colaborábamos. Los sábados hacíamos el reparto en bicicleta con mi hermano. Yo intentaba llegar primero y me anotaba en el listado de los viajes que había que hacer a los clientes que daban propina. Le sacaba ventaja a mi hermano”, relata, acercando una anécdota que irrumpe como una postal de aquella infancia tranquila, sin mayores preocupaciones que esas picardías.

Fue a la Escuela Primaria N° 168 y luego comenzó el secundario en el industrial. “Pero a los 16 años me fui a Bahía Blanca a jugar al básquet, así que no seguí estudiando en Roca”.

Un hito que marcó su carrera

Esa propuesta de mudarse a Bahía, la cuna del basquetbol, signó su camino y delineó su historia deportiva. “Me vinieron a buscar, hablaron con mis padres que me autorizaron. En Bahía teníamos familiares y eso facilitó las cosas”, refiere.

Señala que jugaba al básquet desde que tiene “uso de razón”. Y relata: “Había empezado a los 4 o 5 años, siempre andaba con la pelota en la mano, y siendo adolescente tuve la suerte de encontrar una escuela como la de Bahía Blanca para perfeccionarme en la práctica deportiva”.

“Siendo chico, siempre hablábamos de Cabrera, y de otros grandes, y tenía la espina de jugar ahí. Un muchacho que jugaba en Bahía Blanca se había mudado a Roca y así me vio jugar, habló de mí en Bahía y me vinieron a buscar”, agrega.

“Jugué en Bahía desde los 17 hasta los 25 años. Y estuve siempre muy contenido, la obligación que los dirigentes habían tomado con mis padres era cuidarme y asegurarles que yo siguiera estudiando o trabajando además de jugar al básquet”, señala, agradecido.

“Llegué al Club El Nacional, una institución con la que hasta el día de hoy tengo contacto. Encontré gente maravillosa y la mayoría de mis amigos son de allá. Estuve hasta los 25 años. Ya en esa época había empezado la Liga Nacional de Basquetbol, se había profesionalizado mucho más el deporte, el club decidió dejar de competir, así que estuve seis meses en Comodoro Rivadavia, y regresé a Bahía Blanca para jugar en Estudiantes, hasta que me vine a Pergamino”, detalla.

Un capítulo difícil de la historia

En un momento de la charla cuenta que estando en Bahía Blanca fue convocado para hacer el servicio militar que le tocó en la misma ciudad. “Fue en la época de Malvinas y estuve a punto de ir a la Guerra de 1982. No nos tocó embarcarnos, pero fue una época muy difícil, porque viví muy de cerca las instancias del conflicto, ya que nos tocaba hacer guardia en el Hospital donde llegaban los heridos. Fue un capítulo difícil”, resalta.

Otra vez la mirada

Volviendo al basquetbol, fue una vez más la mirada que otros tuvieron sobre su desempeño deportivo lo que le fue señalando la continuidad del camino. “Jugando en Estudiantes disputamos dos partidos con Gimnasia y Esgrima de Pergamino. Ganamos los dos, el primero en Junín y el segundo en Bahía Blanca. A raíz de esos encuentros, algunos dirigentes de Gimnasia me vieron y establecieron el contacto para traerme a Pergamino. Así se dio mi llegada a esta ciudad en la que me quedé”.

“Tuve la suerte de venirme con un técnico de Bahía al que conocía. Para entonces el basquetbol era mi medio de vida. Fue un cambio enorme, porque venía de una ciudad grande, pero me adapté. El ser un poco reconocido en el deporte me abrió muchas puertas y siempre lo agradezco”, destaca.

“En Bahía yo jugaba y trabajaba. Cuando vine a Pergamino la idea era hacer una diferencia económica, pero mi llegada coincidió con la época de la hiperinflación de Alfonsín, así que fue un poco complicado. Cobraba muy bien, pero con suerte,me alcanzaba para vivir”, refiere. Con el paso del tiempo la situación se estabilizó y comenzó a escribirse para él otra historia mucho más consolidada y fructífera.

Jugó en el Club Gimnasia y Esgrima de Pergamino desde 1989 hasta 1992. “Después me fui un año a Quilmes de Mar del Plata y el último año de mi carrera, fue en Campana. Me retiré del básquet profesional a los 35 años”, menciona y precisa que luego siguió jugando hasta los 42 años en el torneo local, siempre en Gimnasia. “En ese tiempo ganamos varios campeonatos y compartimos con una tanda de jugadores maravillosos del club”.

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Embed - Diario LA OPINION on Instagram: " Bocha Calvo: del básquet a Pergamino, una historia de vida y pasión Carlos “Bocha” Calvo llegó en 1989 a Pergamino para jugar en Gimnasia y Esgrima, pero encontró mucho más: una ciudad que lo abrazó, una familia que formó y una comunidad que hoy lo siente propio. Nacido en General Roca y formado en Bahía Blanca, fue parte de la selección argentina y ganó un Sudamericano. Jugó en grandes clubes y se retiró como un referente. Hoy, a sus 62 años, disfruta de su familia y recuerda con gratitud una vida marcada por el deporte, el esfuerzo y los buenos valores. “Soy un agradecido. El básquet me dio mucho, y Pergamino, también”, dice. Nota completa en @laopinionline -Link en bio- #PerfilPergaminense #BochaCalvo #Basquet #GimnasiayEsgrima #Deporte #HistoriasQueInspiran #LaOpinionPergamino"

La vida en Pergamino

Desde hace 32 años, comparte la vida con Sandra, a quien conoció en Specktra. “Fue a través de una amiga en común, la saqué a bailar, comenzamos a salir y acá estamos, juntos desde entonces”, señala introduciéndose en el universo de su vida familiar para contar que es papá de dos hijos: Ignacio, que es contador, trabaja en Rosario y está en pareja con Ornela. Y Manuel, que es perito en criminalística, está estudiando programación en la UNNOBA y está de novio con Jennifer.

“Mi esposa trabaja en el Consejo Escolar, somos los dos muy caseros y compartimos muchas cosas juntos”, agrega. Y prosigue: “Nos gusta mucho estar en casa y los fines de semana, cuando podemos, viajamos a Rosario a visitar a nuestro hijo”.

“Mi familia es lo más importante que tengo. A mis 62 años, solo estoy esperando los nietos que seguramente llegarán, y sé, te cambian la vida”, confiesa.

Por el básquet y las papas fritas

Al momento de hablar de su vida laboral, aclara: “Mientras jugué al básquet, esa fue mi actividad, tuve la suerte de poder vivir del deporte”.

Cuando dejó de jugar, trabajó con su suegro en la comercialización de granos. “Un día me ofrecieron la concesionaria del Club Gimnasia, de la sede y el campo de deportes. Allí estuve 20 años y gracias a ese trabajo, siempre digo que la gente grande me reconoce por el basquetbol y los chicos por las papas fritas que les preparábamos en el club”.

“Fue una tarea muy dedicada, yo estaba al frente de la atención. Tenía un cocinero y chicos que nos ayudaban. Era una hermosa actividad. Hoy me dedico a algo completamente distinto, que es hacer viajes para la ART”.

Su época dorada

Mirando en retrospectiva su carrera deportiva, y comparando ese tiempo con el presente, reconoce que la realidad del deporte era diferente. “Hoy, lamentablemente, ha decaído mucho el nivel y en los partidos de la liga A, que era en la que yo jugaba, las tribunas están vacías”.

“Yo creo que la camada nuestra fue la que propició que, más tarde, apareciera la generación dorada que fue la que logró títulos internacionales. Después, el deporte fue decayendo y también influyó que muchos jugadores jóvenes muy prometedores se fueron a jugar al exterior”, describe.

En lo personal se siente afortunado: “El deporte me enseñó mucho. La formación deportiva te sirve para un montón de cosas, te enseña a compartir, a pensar en el otro, te entrena en una disciplina”.

“Soy de la época en la que vivíamos en el club. El club era como mi segunda casa, de chico terminábamos de almorzar, nos íbamos al club y volvíamos a nuestra casa para cenar. Durante todo el día jugábamos al básquet, al fútbol, al vóley, al hándbol. En el club hacíamos amigos y nos nutríamos de buenos valores”, destaca.

La mayor recompensa

En el aspecto deportivo, considera que el mayor reconocimiento fue el haber podido alcanzar su sueño de ser parte de la historia de un deporte y de haber transitado ese camino inspirado y acompañado por la pericia de aquellos que alguna vez fueron sus ídolos. Aunque le gana cierta modestia al momento de hablar de sí mismo, reconoce que había en él algunas condiciones que lo pusieron en el lugar de oportunidades que siempre supo tomar con determinación.

“Bahía Blanca era una cuna y haber podido ser protagonista allí, es algo que valoro. En Bahía hay un lugar en el que están pintados los rostros de los jugadores que integraron la selección argentina. Por haber sido jugador de selección y haber ganado el sudamericano, mi rostro está pintado ahí. Eso me genera una alegría enorme, el hecho de estar con esos verdaderos monstruos del básquet, a los que siempre admiré”, resalta. Y acerca una anécdota de niño: “Cuando yo era chico íbamos a visitar a nuestros familiares y una galería donde Alberto Pedro Cabrera tenía una casa de deportes, solo para ver si lo veíamos. Por entonces yo no sabía que la vida me iba a dar el privilegio de jugar con él, de jugar en contra y de tenerlo como compañero”.

“El deporte me dio mucho. Conozco el país de punta a punta y tuve la posibilidad de jugar un sudamericano en Venezuela, en Chile, en Brasil y en Paraguay, destinos que quizás no hubiera conocido si no hubiera sido por el basquetbol”, sostiene. Y agrega: “Las relaciones que estreché de la mano del deporte han sido fundamentales”.

“El sudamericano juvenil en Caracas, que le ganamos la final a Brasil. Ibamos perdiendo por 20 puntos en el primer tiempo, pero lo pudimos dar vuelta. Ese fue sin dudas el campeonato más importante que jugué con la selección argentina”, cuenta, recordando las exigencias de conformación de ese equipo de doce jugadores que se alzó con el triunfo.

Ese recuerdo de niño, esa recreación de los campeonatos disputados y los viajes, lo transportan a su infancia, a su juventud y le permiten evocar aquellos que fueron sus sueños. Aunque confiesa que “no planificaba ser basquetbolista”, siempre amo ese deporte. “Yo estudiaba y j

Jugaba al básquet, pero se ve que tenía condiciones y cuando apareció la oportunidad, no la desaproveché”, recalca, este jugador que mide un metro noventa y siete centímetros, pero que fue enorme no por su altura, sino porque supo dotar al talento de técnica y construir sobre una base sólida una carrera que lo inscribió entre los grandes del deporte y los “buenos tipos” en la cancha, y en la vida.

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