En la provincia de Buenos Aires, a esta altura de los hechos, saber cuándo se vota y para qué se vota se volvió un ejercicio de incertidumbre política consecuencia de la interna. El gobernador Axel Kiciloff, enfrentado con el kirchnerismo duro, intenta suspender las PASO provinciales para unificar el proceso electoral.
Había logrado tender puentes con todos los bloques opositores, pero una nueva jugada de su propio espacio volvió a dinamitar cualquier intento de acuerdo.
En concreto: los bonaerenses seguimos sin saber si efectivamente habrá primarias provinciales el 13 de julio, o si, como pretendía Kicillof con respaldo opositor, todo se simplificará en una sola elección en septiembre. La decisión, increíblemente, no depende de los votantes ni del conjunto de la dirigencia: depende de quién tiene más peso en la interna del PJ bonaerense.
Mientras el gobernador negocia con bloques como la UCR, el PRO, los libertarios y fuerzas locales, el kirchnerismo más alineado con Cristina Fernández de Kirchner le impone condiciones al propio oficialismo. La senadora María Teresa García presentó un proyecto alternativo que obliga no solo a suspender las PASO, sino también a unificar la elección para el 26 de octubre, contrariando el cronograma definido por la Junta Electoral.
Desde el entorno de Kicillof hablaron, incluso, de “golpe institucional”. ¿Pero cómo se puede hablar de institucionalidad cuando todo se negocia entre pasillos y por WhatsApp? ¿Qué hay de los votantes, de los partidos que no son parte del peronismo, de las reglas claras? El PJ bonaerense ya no discute ideas ni proyectos. Discute control. Y en esa pelea, lo que se pierde es la previsibilidad.
Más allá de las tensiones dentro del oficialismo, lo cierto es que la falta de certeza nos arrastra a todos: intendentes que no saben cuándo tendrán que definir candidaturas, ciudadanos que podrían ir a votar tres veces en menos de cuatro meses y un sistema electoral que no resiste más improvisación.
En teoría, el cronograma vigente dice que habrá PASO provinciales el 13 de julio, generales bonaerenses el 7 de septiembre y elecciones nacionales (diputados) el 26 de octubre. Pero todo eso podría cambiar en cuestión de días, no por necesidad institucional, sino por conveniencia partidaria.
Una vez más, la interna del poder se impone sobre la del ciudadano.
No hay democracia de calidad sin reglas estables. No hay participación legítima sin previsibilidad. Y no hay interés ciudadano que resista una dirigencia obsesionada con sus propias disputas.
Mientras el peronismo se divide, los bonaerenses miramos desde afuera cómo la política se vuelve un juego de tensiones internas, sin respeto por las fechas, ni por las instituciones, ni por el electorado. Y esa es una señal de agotamiento. Pero también de falta de respeto.
Porque gobernar no es improvisar. Y legislar no es forzar acuerdos a las apuradas. Los bonaerenses no deberíamos estar esperando una definición sobre si votamos o no en julio. Deberíamos tener certezas, no pulseadas.