La crisis que estalló en Bahía Blanca con clínicas al borde del cierre visibilizó el colapso de un sistema que ya muestra signos preocupantes en todo el interior bonaerense. En ciudades como Pergamino, el deterioro del sector privado de salud se acelera, atrapado entre el atraso arancelario, el encarecimiento de los insumos y una dependencia casi total de PAMI e IOMA.
Un sistema quebrado: cuando atender se vuelve inviable
La estructura de costos del sistema privado de salud ya no cierra. En muchos casos, prestar un servicio genera más pérdidas que dejar una cama vacía. El motivo central es el desfase entre los costos crecientes y los ingresos congelados.
Desde 2020, la inflación acumulada en medicamentos an algunos casos supera el 3000 %, lo que impacta de manera directa en el costo de cada prestación. A eso se suman subas de insumos médicos por encima del 500 %, y aumentos de tarifas y salarios que no encuentran compensación. Sin embargo, las obras sociales estatales —principalmente PAMI e IOMA, que concentran más del 60 % de la facturación del sector en ciudades del interior— no actualizaron sus pagos en la misma proporción. En muchos casos, los aumentos propuestos rondan apenas el 3 % o 5 %, cuando el sector estima que sería necesario un ajuste del 30 % o más solo para equilibrar las cuentas.
El impacto en Pergamino y la región
En localidades como Pergamino, Junín, Tandil o Azul, el deterioro del sistema privado es preocupante. Las clínicas ya no expanden servicios, ni incorporan personal, ni invierten. Operan con estructuras mínimas, en muchos casos endeudadas o en situación de déficit crónico.
Un problema estructural agrava el escenario: no hay financiamiento disponible para el sector. Los bancos históricamente han excluido a las clínicas privadas como sujetos de crédito, y con el contexto económico actual, acceder a préstamos o capital de trabajo es extremadamente complejo. La falta de financiamiento, sumada al atraso arancelario, convierte la actividad en insostenible.
Además, cada nuevo aumento salarial —por más razonable que sea— profundiza el problema. El personal médico y técnico representa una porción sustancial de los costos operativos, y sin ingresos actualizados, cualquier recomposición paritaria deja al sistema más lejos del equilibrio.
El caso Bahía Blanca: la advertencia que nadie puede ignorar
Lo que ocurre en Bahía Blanca es el espejo de un modelo agotado. Los directores de los principales hospitales privados de esa ciudad anunciaron que no pueden pagar sueldos ni aguinaldos, y que operar hoy representa una pérdida insostenible. Estiman déficits mensuales de entre 30 y 100 millones de pesos por institución, sin acceso a crédito, ni margen para ajustar precios.
La ciudad enfrenta además un efecto combinado: infraestructura afectada por inundaciones recientes, migración de pacientes al sistema público, y aranceles fijados por PAMI e IOMA muy por debajo de los costos reales de una cama operativa. El resultado es alarmante: quiebras inminentes, riesgo de cierre de clínicas y más de 1.500 empleos directos en peligro.
Lejos de ser un caso aislado, Bahía Blanca muestra lo que puede pasar —con menos ruido pero con igual gravedad— en otros puntos de la provincia.
Un modelo que desalienta la inversión
La medicina privada se ve hoy obligada a competir con un sistema público-estatal que no compite: reemplaza. En lugar de complementarse, las obras sociales estatales se convierten en actores directos del sistema, derivando cada vez más prestaciones a efectores públicos o estructuras propias, sin asumir el costo real de cada servicio, porque lo hace con el erario público
Esta competencia, sostenida con recursos del Estado y sin reglas claras, expulsa lentamente al privado del mapa sanitario. El resultado no es solo económico: se desarma el equilibrio mixto que estructuró durante décadas la salud en la provincia. Se pierde capacidad instalada, se saturan los hospitales públicos, y se resiente la calidad del servicio para los pacientes.
¿Quién asiste al sistema?
Las clínicas privadas aseguran que no tienen interlocutores válidos. El Ministerio de Salud de la Provincia no puede asistirlas directamente. El Ministerio nacional no responde. Y las oficinas regionales de PAMI e IOMA carecen de poder para modificar la lógica de pagos.
La situación de orfandad institucional es total. En Pergamino y la zona, este panorama se vive con menor exposición mediática que en Bahía Blanca, pero con el mismo nivel de preocupación. El futuro del sistema privado, tal como está diseñado hoy, no tiene salida.
Redefinir el vínculo: la única salida posible
El problema es que lo que está en crisis es el modelo. El sistema privado necesita previsibilidad, acceso al crédito, y un esquema de actualización arancelaria realista, basado en acuerdos transparentes con PAMI e IOMA, no en decisiones unilaterales.
De lo contrario, lo que hoy se expresa en Bahía Blanca será mañana una postal repetida en todo el mapa provincial: clínicas cerradas, hospitales colapsados y miles de pacientes sin cobertura efectiva. El privado ira yendo de a poco a un sistema de prepagos o pago privado que no pueda soportar al los sistemas de obra sociales gerenciadas por el Estado.
Nota completa del caso Bahía Blanca