Roberto Barreiro: un apasionado de su trabajo y de la vida
De Rojas, su ciudad natal, a Pergamino, desde muy joven trabajó en el ámbito del almacenamiento y comercialización de cereales. Hizo de su oficio una vocación.
7 de diciembre de 2025 - 07:18
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Roberto “Tito” Barreiro, recibió a LA OPINION en la intimidad de su hogar.
LA OPINION
Roberto “Tito” Barreiro nació en Rojas, pero hace muchos años que eligió Pergamino como lugar para vivir, crecer y echar raíces. Conserva un amor indeleble por su tierra natal, donde aún viven su madre y hermanos, pero reconoce que esta ciudad lo abrazó desde el primer día, cuando llegó motivado por las oportunidades laborales que se abrían. “No conocía a nadie y me encontré con una sociedad que me resultaba un tanto cerrada; pero apenas comencé a andar, esa mirada cambió. Amo esta ciudad y me siento parte de ella”, asegura mientras se dispone a recibir a LA OPINION en la intimidad de su hogar, ese que comparte con su esposa Liliana. Se sienta en la mesa del comedor, frente a un ventanal que da al patio, ese lugar que cada domingo recibe a hijos y nietos alrededor del “buen asado”.
Su biografía personal comenzó a escribirse en la vecina localidad de Rojas, en una casa donde convivían trabajo, sacrificio y valores bien plantados. Hijo de Roberto -ya fallecido- y de Carmen, que a sus 88 años continúa viviendo allí, creció junto a sus hermanos Luis y Gustavo. En el comienzo de la charla cuenta que su papá tenía una empresa dedicada al acopio y venta de cereales, un emprendimiento que en la década del 70 era un referente dentro del mercado agropecuario, por el volumen de granos que recibía, a escala regional. Enseguida habla de la muerte temprana de su padre, a los 49 años. Ese hecho cambió la dinámica familiar y de cierto modo, moldeó el destino. “Cuando mi viejo falleció yo comencé a asumir responsabilidades siendo muy joven. Era una empresa grande, con otros socios”, comenta y refiere que producto de vaivenes económicos, con el paso de los años, la planta dejó de funcionar y comenzó para él una nueva etapa, trabajando en relación de dependencia.
Nunca abandonó el rubro de los granos. Por el contrario, cada experiencia laboral le sirvió para conformar un perfil técnico y profesional del que se siente honrado, y hoy ya jubilado, sigue en actividad, haciendo lo que ama hacer.
Los comienzos
La entrevista hace un recorrido por épocas y distintas circunstancias de su vida. Sus consideraciones pasan por la infancia, y transcurren en un devenir de anécdotas que lo constituyen. Cuenta que fue a la Escuela N° 8 en Rojas y más tarde egresó como primera promoción mixta del Instituto San José. De aquellos años conserva amistades y anécdotas que aún hoy alimentan reuniones donde el tiempo parece no haber transcurrido. “Con mis compañeros del secundario estamos por cumplir 50 años de egresados y hasta hoy nos juntamos en Rojas para compartir algún encuentro y nos descubrimos riéndonos de las mismas cosas que cuando teníamos 17 años”, señala.
En la planta familiar
Su primera experiencia laboral se dio en la planta de cereales de su familia. “Mi papá me mandaba a la planta con mi abuelo, que era el balancero de la firma, de él aprendí mucho”, resume.
Más tarde, ya en relación de dependencia, trabajó en Pinzón y en la Cooperativa Industrial de Rojas. “Con solo 23 años me desempeñé como encargado de sucursal y encargado del recibo de mercaderías. Durante ocho años y medio trabajé ahí, y luego, en 1989, ingresé a la empresa de Mario Calandri, donde estuve dos años y medio. Aprendí mucho con Mario, que era un gran conocedor no solo del mantenimiento del cereal, sino de la comercialización. Fue él quien me terminó de limar”.
“El 2 de noviembre de 1992 comencé a trabajar en La Plata Cereal, una exportadora que funcionaba en Pergamino, en 1999 la compró ACA y me jubilé en ACA en diciembre de 2024, después de 32 años de trabajo en la misma empresa”, agrega con orgullo.
Al hacer un recorrido por esa etapa de su vida laboral, destaca el aprendizaje: “En Calandri, de manejar 500 toneladas por día en la planta de Arroyo Dulce, pasó a manejar 4.000 toneladas por día. Con el paso del tiempo la actividad agropecuaria tuvo un crecimiento exponencial, y había que aprender o aprender”, resume con la naturalidad de quien conoce de cerca la entrega que exige el oficio.
A la hora de hablar de su vínculo con el trabajo, no duda: “De joven me quedaba hasta cualquier hora en la planta, sentía que tenía que estar ahí. Cuando conocí el oficio, me enamoré de mi trabajo y sigo siendo un apasionado de lo que hago”.
En el presente, ya jubilado sigue estando en actividad. “Cuando me retiré, seguí asesorando, primero a la Cooperativa de General Rojo y luego a Agro Fer de Pergamino, una agronomía que me convocó para desarrollar el área de cereales y los esquemas de canje”.
“Me siento bien, me canso un poco más, pero tengo ganas de seguir. Me manejo en un ambiente en el que mucha gente me conoce y me gusta el trato con la gente”, destaca.
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07-12-2025 08:58
Embed - Diario LA OPINION on Instagram: "De Rojas al corazón de Pergamino, Roberto “Tito” Barreiro construyó una vida marcada por el trabajo, los afectos y una vocación que nunca abandonó. Llegó muy joven buscando oportunidades en el mundo del cereal y, con el tiempo, encontró mucho más que un oficio: formó una familia, creó vínculos y terminó sintiendo esta ciudad como propia. Criado en una casa rojense donde el esfuerzo era ley, creció junto a sus hermanos entre el ruido del acopio de granos y los valores que transmitían sus padres. La muerte temprana de su padre lo obligó a asumir responsabilidades desde muy chico, iniciando un recorrido laboral que lo llevó por diversas plantas y cooperativas hasta consolidarse como un referente del sector. Pasó por Pinzón, la Cooperativa Industrial de Rojas, la empresa de Mario Calandri y más tarde La Plata Cereal. Allí —luego absorbida por ACA— trabajó durante 32 años, hasta jubilarse en 2024, aunque aún hoy sigue activo asesorando en cereales. Leé la nota completa en www.laopinionline.ar"
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Un legado
Cuando mira en retrospectiva, siente cierta nostalgia. Lo expresa sin reparo y confiesa: “Al terminar el secundario quería estudiar abogacía en La Plata junto a mi mejor amigo que es ingeniero agrónomo. Lo hablé con mi papá. A los pocos días me dijo que me había conseguido trabajo en Buenos Aires, en una corredora de cereales. Eso me desalentó porque yo quería estudiar. Él, en su fuero íntimo, quería que yo me quedara en la planta. Eso hice. Y lo único que lamento es que a él no le hubiera alcanzado la vida para verme recorrer este camino”.
Su reflexión toca una fibra íntima que conecta con la memoria de su padre cuando recuerda el momento en que ACA le propuso ser jefe del Centro de Desarrollo Cooperativo. “Pensé en mi papá. Lamenté no tenerlo para que me viera. A pocos años de jubilarme, acepté ese cargo y ese desafío porque sentí que era un modo de hacer que, desde donde estuviera, mi papá pudiera saber que él no estaba equivocado.”
Su crecimiento laboral —dice— se dio de la mano de convicciones que siempre fueron sólidas. “Llegué no haciéndole escuchar a los jefes lo que ellos querían. Siempre fui como soy, una persona que siempre dice que lo que piensa. En cada lugar en el que estuve, siempre en un marco de respeto y, con la convicción de mis argumentos, expresé mi pensar sobre las cosas”, expresa en una apreciación que lo define.
Reconoce que el costo en algunas circunstancias fue alto. Pero no se arrepiente. Ha sabido disfrutar de los momentos de crecimiento y afrontar con entereza las dificultades que se le presentaron en el camino. “Trabajé mucho, resigné tiempo libre y me perdí cosas con mis hijos”, confiesa y sostuvo que a cambio obtuvo reconocimiento, aprendizaje y la tranquilidad de haber actuado siempre con coherencia.
La vida personal
En lo personal, fruto de su primer matrimonio tuvo tres hijos. Los otros tres llegaron en su matrimonio actual. “Soy papá de seis, cinco mujeres y un varón- Agueda, Florencia, Federico, Camila, Agustina y Rocío”, señala con orgullo. Y continúa: “Son personas extraordinarias, cada uno de ellos ya conformó su familia, eso me da una tranquilidad enorme, son de buena madera”.
“Tengo una hermosa relación con mis hijos, el vínculo de la paternidad es extraordinario”, recalca.
Ellos, su esposa, su madre, hermanos y amigos son el tejido afectivo que lo sostiene. Y por supuesto los nietos que son “lo mejor de la vida”. Tiene diez: Sofía, Lautaro, Simón, Catalina, Paz, Francesca, Emilia, Tomás, Morita y Juanse. “Llegaron en distintas etapas de la vida de mis hijos y de la mía. Con los más grandes me tomo un fernet y con los más chicos soplo las velitas y tomo chocolate. Los disfruto mucho”, cuenta con una sonrisa que le ilumina el rostro. “Mis yernos y mi nuera también son buenas personas”.
“Si mañana Dios me llama, me voy tranquilo porque mis hijos y mis nietos están bien”, abunda. Habla con profundo amor de su esposa: “Liliana me llamó y me llevó a la realidad. Es una persona estructurada, realista, honesta, somos muy compañeros y nos unen cosas importantes”.
“Hasta que nos casamos ella trabajó en la Clínica Centro, después se dedicó a cuidar a las chicas, que tienen la esencia de ella y de esa presencia sostenida”, destaca.
Un tipo sociable
Fanático de Boca, amante del rugby en su adolescencia, comenta que llegó a jugar en primera para el club Yaguá Pitá. “Me gusta la vida social, compartir con la gente. Me sigo reuniendo con mis compañeros de ACA, con clientes y amigos”, agrega y vuelve sobre el afecto incondicional hacia sus amigos de la vida. “Tengo un amigo que es como mi hermano, Mario Calderone que vive en América. Mis hijas le dicen ‘tío’, hemos pasado años sin hablar, y cuando volvimos a vernos, el vínculo estaba intacto, respeto mucho esos afectos en los que uno se siente bienvenido”, refuerza, agradecido y también menciona a otro amigo, José María, ya fallecido.
Los buenos valores y el reinventarse
Dueño de buenos valores, le gusta el orden, el esfuerzo bien entendido. A lo largo de la vida ha sabido construir vínculos perdurables y verdaderos. También ha honrado sus deudas. “Hubo épocas en las que todo estuvo bien y otras en las que la pasé realmente mal, y siempre salí adelante”, observa. Y continúa: “Hoy tengo la posibilidad de tener un pasar tranquilo”.
Con el paso de la vida ha aprendido que “cuando uno crece, se achican las ambiciones”. Eso le permite transitar el camino de manera realista, conectado con el presente sin anhelos imposibles. “Vas privilegiando otras cosas: un asado con mis hijos, un buen vino, un buen whisky”, añade, rindiendo culto a esos rituales sencillos. Y cuando lo expresa, la vida de “Tito” pasa como una película que le muestra las distintas escenas de una historia que es la suma de un legado y del esfuerzo puesto al servicio de un oficio que abrazó desde la curiosidad y que cultivó con ética de trabajo.
Pero también es la historia de un hombre que se animó a reinventarse cada vez que resultó necesario, sin olvidar sus orígenes, el esfuerzo de otros. En ese aspecto, su recorrido es la prueba tangible de que, la vida siempre ofrece oportunidades. Tomándolas con determinación y compromiso, “Tito” las hizo suyas y las transformó en raíces.