Adolfo de Arriba: una vida transcurrida en torno al arte de amasar la buena pasta
A los 69 años, mira con orgullo el camino recorrido. Hijo de Pergamino y heredero del oficio de su tío, desde 1978 está al frente de la fábrica de pastas Moderna.
17 de agosto de 2025 - 07:18
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Adolfo de Arriba en su fábrica de pastas Moderna honrando su oficio.
LA OPINION
A los 69 años, Adolfo Luján de Arriba puede mirar hacia atrás y observar un camino recorrido con esfuerzo, pero también con gratitud. Su biografía se escribió entre recuerdos de infancia en Pergamino, los años vividos en la provincia de Salta y la vocación que encontró en el oficio de elaborar pastas artesanalmente.
La fábrica de pastas Moderna nació en el año 1978, cuando guiado por el consejo de su tío, Julio Argentino Valenti, tomó la decisión de dedicarse a esa actividad que abrazó con responsabilidad y compromiso.
Su infancia, en el corazón del barrio Acevedo
Al trazar su Perfil Pergaminense, cuenta que nació en Pergamino el 4 de abril de 1956, hijo de Benigno de Arriba y Blanca Faviglia. Hermano de Benigno José y de Liliana, creció en las calles Siria y San Lorenzo, entre juegos compartidos con los chicos del barrio y tardes de madres tomando mate en la vereda. Guarda recuerdos entrañables de esas épocas en las que su mamá, junto a otras vecinas, se reunía a preparar bizcochitos en “La Pergaminense”. “Se juntaban para elaborarlos en los días en que la cooperativa utilizaba menos el horno, y lo que producían se lo repartían entre ellas”, relata.
Cuenta que cursó sus estudios primarios en la Escuela N°4 y fue parte de la primera promoción del proyecto piloto que tenía octavo y noveno grado. Al egresar, pasó directamente a tercer año del secundario en una escuela de la localidad de Joaquín V. González, en la provincia de Salta, donde tiempo antes se habían mudado sus padres. “Acá en Pergamino mi papá tenía camiones de combustible, y cansado de renegar con los empleados, decidió venderlos para comprar un campo en Salta”, comenta y señala que cuando eso ocurrió, como él todavía estaba en la escuela primaria, permaneció en Pergamino, en la casa de su tío Julio Argentino Valenti, dueño de la histórica fábrica de pastas Modelo. Ese lazo familiar, marcaría su destino.
“Ya siendo chico, iba a la rotisería y fábrica que funcionaba en calle Mitre y vivía lleno de harina”, recuerda. “La fábrica funcionaba donde hoy está Copilibro, al lado del Mercado Modelo, después tiraron todo abajo, pero era una época de esplendor de Pergamino. De vecino teníamos al famoso ‘Rey del Pastel’, Chida, al que le decíamos Gardel. Después la fábrica se mudó a calle Merced, donde está hasta hoy”, recrea acercando a la charla una postal de “otro Pergamino”.
Entre Salta, la UCA y las pastas
Adolfo recuerda su paso por Salta como una aventura: “Irme fue una novedad, lo viví como una aventura, no me costó demasiado el cambio, pero igualmente al terminar el colegio regresé para estudiar Ciencias Económicas en la sede de la Universidad Católica Argentina que funcionaba en la Escuela Nuestra Señora del Huerto”.
Comenzó sus estudios universitarios, pero el haber tenido formación de bachiller, no ayudó demasiado: “Me había formado como bachiller, así que no tenía las herramientas del conocimiento contable que poseían otros, así que los comienzos no fueron fáciles. Dos años después, tomé la decisión de dejar la facultad, con intención de regresar a Salta”, menciona.
Es aquí donde la palabra y el buen consejo de su tío, resultó sumamente valioso y lo ayudó a encontrar su destino. “Mi tío me propuso abrir una nueva fábrica de pastas y me convocó para que yo me hiciera cargo de administrarla. Me gustó la idea y le dije que sí consideraba que yo podía hacer eso, contara conmigo”. “El 7 de agosto de 1978 abrimos las puertas de Moderna en calle Echevarría. Y desde entonces no paramos de trabajar nunca”, narra.
Una fábrica con alma
Durante décadas, Moderna abasteció a Pergamino y a la región de pastas de calidad elaboradas artesanalmente. “Al principio teníamos varios empleados tanto en la elaboración como en la venta, y contábamos con repartidores que llegaban a localidades cercanas como Colón, Rojas, y varios pueblos de campaña. Hoy trabajamos solo nosotros, con mi hijo que tomó la posta”.
Como el primer día, la tarea artesanal es lo que distingue a su marca, en un mercado sumamente competitivo. Adolfo lo resume con orgullo: “Seguimos trabajando de manera artesanal, igual que el primer día. No buscamos abaratar costos, usamos lo mismo que pondríamos en nuestra propia mesa. Eso la gente lo sabe y lo elige”.
“Lo que ha cambiado es que en el mercado han aparecido fábricas grandes que elaboran de manera industrializada, pero el producto no es el mismo”, aclara. Y añade: “Nosotros seguimos privilegiando el trabajo artesanal, incluso algunos rellenos los hacemos manualmente”.
Los productos que elaboran –ravioles, sorrentinos, canelones, ñoquis, lasagna y fideos– acompañan la vida cotidiana de varias generaciones de pergaminenses. “Hoy nos compran los hijos y los nietos de nuestros primeros clientes”, resalta. Y expresa: “Nos sentimos muy agradecidos”.
Su familia, el pilar afectivo del trabajo
En 1984, Adolfo se casó con Luliana Beatriz Saucedo, docente jubilada. La conoció por casualidad, acompañando a un amigo a una cita. “Ahí estaba mi destino”, dice sonriendo. “Al principio viajábamos para vernos, después ella empezó a quedarse los fines de semana y a medida que la relación avanzó se fue afianzando la idea de establecernos en Pergamino”, comenta.
Se casaron y armaron su casa en el mismo lugar donde funciona la fábrica, ensamblando en armonía la vida familiar y laboral de ambos.
Tuvieron dos hijos: Ramón, que hoy está al frente de la fábrica, y Estefanía, que es arquitecta y vive en Rosario. “Ella también ayuda en el negocio los domingos cuando viene. La fábrica es parte de la familia”, destaca.
El presente encuentra a Moderna como un emprendimiento esencialmente familiar. En invierno trabajan sin descanso porque la pasta se vuelve protagonista de las mesas, y los fines de semana suman pan, salsa y bebidas en el local de venta. “Nuestro día libre es el lunes, pero en temporadas de alta demanda, algunas veces mi hijo trabaja también, pero la dinámica está estructurada para producir de martes a sábado y trabajar fuerte los domingos hasta el mediodía”, agrega.
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17-08-2025 08:42
Embed - Diario LA OPINION on Instagram: "A los 69 años, Adolfo mira con orgullo su historia: hijo de Pergamino, sobrino de Julio Valenti, desde 1978 está al frente de la fábrica de pastas Moderna, donde trabajo y familia se unieron en un mismo destino. Entre harina, esfuerzo y fidelidad de clientes, construyó un legado artesanal que hoy continúa su hijo. “Seguimos trabajando como el primer día: con calidad, respeto y amor por lo que hacemos”. El balance de su vida es claro: familia, trabajo y gratitud. Lee la nota completa en www.laopinionline.ar #PerfilPergaminense #PastasArtesanales #Pergamino #HistoriasQueInspiran"
Aunque parte de su familia permanece en Salta, Adolfo mantiene intactos los lazos con cada uno de sus seres queridos y no pierde la cercanía. Cuenta que sus padres regresaron a Pergamino en 2000, y fallecieron hace poco tiempo. Sus hermanos, aún viven en el norte y se visitan con frecuencia. “Casualmente ellos estuvieron hasta hace unos días y nosotros vamos en las vacaciones. Mi hermano tiene su familia y mi hermana es soltera. Todos nos queremos mucho”, afirma.
Reconoce que su familia es su refugio y se define como una persona a la que le gusta vivir sencillamente. Conserva un sentimiento de gratitud hacia sus tíos Julio y Elena, a quienes considera puntales de su vida. “Mi tío fue mi mentor en este mundo noble y artesanal de la pasta. Y mis padres me dieron las herramientas para ser una buena persona y construir mi propio camino”, destaca, fiel a sus raíces.
Siempre activo
Adolfo asegura que es alguien incapaz de quedarse quieto. Si una máquina se rompe, la arregla; si hace falta aprender, se anota en un curso, como aquel de refrigeración que hizo solo “para arreglar lo mío”. Le gusta ponerse su chaqueta y estar en el negocio y también, poner “manos en la masa” y seguir recreando ese oficio artesanal tan propio de las costumbres familiares y del encuentro.
Por fuera de su oficio, es radioaficionado y ha participado activamente de las asociaciones que nuclean a quienes se dedican a esta actividad. “Hoy ya no participo, pero es algo que me gusta”, afirma.
En su tiempo libre, disfruta de la compañía de los amigos, pero reconoce que su núcleo de encuentro es fundamentalmente familiar. “De joven tenía más vida social y salía bastante. Ya de grande, el trabajo y la familia se transformaron en mi eje. Estando en la facultad me hice de tres grandes amigos y con la familia de uno de ellos, los Suárez, mantuve una relación muy profunda de amistad. Gracias a ese amigo conocí a mi esposa”, señala.
Hoy, a pesar de seguir en actividad, se permite un ritmo más tranquilo: su hijo lleva las riendas del negocio, aunque él sigue siempre cerca. “Estoy para lo que necesite. No sé estar sin hacer nada”, confiesa y cuenta que las salsas que vende para acompañar “la pasta” las elabora él personalmente. “Me gusta mucho estar en actividad”, resalta, reconociendo que encuentra en el trabajo y en las dinámicas de su vida familiar una inyección de energía. “Con mi esposa nos acompañamos, yo me ocupo de algunas tareas en casa, siempre estoy haciendo algo”, sostiene y menciona también a sus mascotas. “Tenemos una perrita de doce años y un gato callejero que se aquerenció y hoy hasta duerme adentro”, relata.
El buen balance
Amigo del paso del tiempo, acepta el devenir de la vida con serenidad. No tiene asignaturas pendientes ni ambiciones incumplidas. “Nunca ambicioné demasiado, más que lo que tuve”, reconoce. Y lejos de resultar conformista, su apreciación tiene más que ver con su capacidad para saber poner del lado del haber todas aquellas cosas conseguidas con esmero.
“Mi vida transcurrió tranquilamente, con las vicisitudes de cualquier actividad comercial, pero me siento afortunado por la familia que tengo, la fidelidad de mis clientes y por la posibilidad de haberme dedicado a lo que elegí hacer”, expresa.
Y vuelve sobre sus comienzos para honrar el impulso aquel que le dio su tío y la impronta que él le puso a esa tarea: “El apoyo de mi tío fue vital. Él me enseñó este oficio, me ayudó a tener la fábrica. Con los años fue mía, pero su respaldo fue determinante. Si tuviera que volver atrás, cambiaría algunas actitudes frente a determinadas cosas del negocio, pero no el rumbo que elegí”, abunda. Y con la calma de quien sabe honrar su historia, simplemente concluye: “El balance es positivo”.