Diseñada para perforar búnkeres y túneles reforzados, la GBU-57 puede atravesar hasta 60 metros de tierra y concreto. Israel la considera clave para atacar Fordo. La bomba antibúnker GBU-57 Massive Ordnance Penetrator (MOP) es el proyectil convencional más poderoso del arsenal estadounidense.
Fue desarrollada por Boeing y la Fuerza Aérea de EE.UU. para enfrentar amenazas ocultas en instalaciones subterráneas reforzadas, como las de Irán o Corea del Norte.
Con un peso superior a las 13 toneladas, esta bomba tiene la capacidad de penetrar más de 60 metros bajo tierra antes de detonar, lo que la convierte en una herramienta clave para neutralizar centros nucleares profundamente enterrados, como Fordo, una planta iraní de enriquecimiento de uranio.
Tecnología de precisión y potencia sin precedentes
La GBU-57 está equipada con un sistema de navegación GPS que le permite alcanzar su objetivo con precisión milimétrica, incluso a gran profundidad. Su carcasa de acero endurecido y su diseño avanzado garantizan que conserve su estructura durante el impacto, maximizando la penetración mediante energía cinética.
Fue probada por primera vez en 2007 y declarada operativa en 2011 durante el primer mandato de Barack Obama. Desde entonces, ha sido sometida a mejoras para aumentar su precisión y efectividad.
Riesgos estratégicos y dilemas geopolíticos
Según un informe del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), el uso de esta bomba conlleva riesgos significativos, tanto operativos como políticos. Por un lado, no hay certeza de que pueda destruir por completo una instalación como la de Fordo, cuyos detalles siguen siendo desconocidos. Por otro, su uso podría desencadenar una escalada en Medio Oriente, con ataques de represalia contra intereses estadounidenses e israelíes.
Actualmente, Estados Unidos no ha transferido la GBU-57 a ningún otro país, aunque Israel ha manifestado interésen contar con ese tipo de armamento para enfrentar amenazas nucleares iraníes.
El dilema Fordo: poder militar vs. voluntad política
El analista Peter Wildeford lo resumió como “la paradoja de Fordo”:
“Estados Unidos tiene la capacidad militar para destruir la planta, pero no la voluntad política. Israel tiene la voluntad, pero no la capacidad.”
Aunque existen antecedentes de ataques israelíes a instalaciones nucleares, como en Natanz, el riesgo de liberar material radiactivo es un factor de peso que limita decisiones inmediatas. El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) advirtió que un ataque podría causar contaminación localizada, pero su impacto geopolítico sería difícil de prever.
Mientras tanto, el traslado de bombarderos B-2 a la base de Diego García, capaces de transportar dos GBU-57 cada uno, muestra que la opción militar sigue sobre la mesa.
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Iniciativa Amenaza Nuclear