martes 06 de mayo de 2025

Papa Francisco, el argentino más presente sin volver

22 de abril de 2025 - 13:32

La partida

Hace apenas poco más de 12 años, el por entonces Cardenal Primado S.E.R. Mons. Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo Metropolitano de Buenos Aires, se tomaba un avión a la ciudad de Roma para participar del Cónclave que habría de elegir al sucesor del abdicante S.S. Benedicto XVI. Su intención era clara: hacer lo que la Santa Madre Iglesia le encomendaba y volver de inmediato a sus labores pastorales porteñas. Por ello, solo había llevado una pequeña valija con unas mudas de ropa y su sotana cardenalicia.

El cónclave inició el 12 de marzo de 2013 a las 17:40 hora de Roma, y apenas pasadas las 24 horas, a las 19:05 del 13 de marzo, dos tercios (o más) de los 120 Cardenales menores de 80 años presentes ya tenían certeza de que el Espíritu Santo les pedía que votaran por un varón bautizado (único requisito para ser Papa) en particular. Y estaba allí presente entre ellos. Su nombre impuesto por él, y que marcaría su papado, fue Francisco.

El anuncio

Recuerdo especialmente ese día miércoles por la tarde. Estaba en el primer año de Filosofía del Seminario Arquidiocesano de Rosario, estudiando para ser sacerdote. Era la hora de deporte (lunes, miércoles y viernes), estaba atajando en un partido de fútbol, y pasó corriendo desde otra cancha hacia el edificio del seminario un seminarista del menor (secundario) gritando “¡hay fumata blanca!” varias veces. Ese seminarista era Nelson Véliz, hoy sacerdote de la Arquidiócesis de Rosario.

Sin pensarlo, los dos equipos desarmamos formaciones y corrimos al edificio. Las campanas del seminario replicaban más fuerte que cuando se cantaba el Ángelus o el Regina Coeli. Sin demora, nos dirigimos al teatro donde había una pantalla gigante, proyector y cable para ver el canal: todo listo para el evento. El piso era de parqué y lo rayamos todo con los tapones de los botines, pero la euforia y la ansiedad no nos permitían ir a cambiarnos. Los formadores también estaban en sus pensamientos (sabían mejor que nosotros que el cambio de una cabeza trae cambios al cuerpo tarde o temprano).

Después de un rato sentados en las butacas, con la ropa deportiva sucia y medio renegando por la espera, especulando si no podría ir a bañarme rápido, salieron al balcón de la plaza de San Pedro el francés Cardenal Protodiácono Mons. Jean Louis Tauran y el argentino asistente de liturgia Mons. Guillermo Karcher (recuerdo cómo su sonrisa parecía salírsele de la cara, la noticia era muy emocionante para él). El Cardenal dio la noticia alegre en latín: “Habemus Papam”. Los aplausos se escucharon desde la plaza San Pedro hasta Rosario.

Al pronunciar el nombre del electo Papa, la fórmula se parte en dos: primero el nombre de bautismo y, luego de otros títulos, el apellido, todo en latín. Apenas dijo “Georgum Marium”, un compañero que ya estudiaba Teología empezó a gritar “¡Bergoglio!”. Lo miré sorprendido, se estaba levantando con los brazos al mismo tiempo que el Cardenal confirmaba el grito: “Bergoglio”. Ese seminarista era Facundo Ivaldi, hoy sacerdote de la Arquidiócesis de Rosario, recién llegado de Roma tras completar sus estudios en liturgia, y tuvo el privilegio de conocer al Papa.

La sensación fue aún más emocionante. Gritos y abrazos de festejo eran el común denominador. Honestamente, lo sentí como ganar un mundial de fútbol, y lo comprobé 9 años más tarde cuando Argentina fue campeona en Qatar. Recuerdo abrazarme con mi compañero de año Juan Ignacio Pera, muy futbolista: el olor a chivo no importaba nada. Él también es hoy sacerdote en la Arquidiócesis de Rosario.

Lo primero que hice conscientemente después de esa reacción eufórica fue mirar al rector, el Pbro. Gustavo Rodríguez. Muy templado, salió caminando rápido del teatro, hablando por teléfono con tono reservado. Claramente era importante ese llamado.

Nuestro Arzobispo en 2013, Mons. José Luis Mollaghan, a quien él respondía obedientemente, era de otra “línea” eclesial, más vinculada a Mons. Aguer, considerados conservadores. El tiempo hizo lo suyo: tanto Mollaghan como Aguer se retiraron del pastoreo por pedido del Papa Francisco.

Finalmente, Francisco salió al balcón a saludar. La primera impresión fue rarísima: lo conocía, era Bergoglio, uno de los nuestros. ¿Qué hacía ahí? Impactante. Luego noté que le faltaba algo. Muy simple: sin muceta roja, sin zapatos vino tinto, sin pectoral dorado. Benedicto XVI era un aficionado a los ornamentos, el cambio era notorio. Y antes de la bendición “Urbi et Orbi”, rompió el protocolo y dio un discurso de los suyos, haciendo alegoría con el “fin del mundo” (a donde fueron a buscarlo, jaja). Luego celebramos misa; a mí me tocó ser turiferario (era bueno en eso).

Los detalles

Desde el primer momento, Francisco rompió moldes. Eligió su nombre por San Francisco de Asís, símbolo de pobreza material y humildad. Vivió en Santa Marta, rechazó la férula papal, mantuvo su pectoral plateado, usó los mismos zapatos negros con los que caminaba Buenos Aires.

Argentino hasta el tuétano, cuervo de alma, amante del mate y de escuchar. Lo acusaron de peronista, pero no lo era. Que el peronismo use la Doctrina Social de la Iglesia no lo hace peronista a él: más bien, el peronista debería ser católico si comulga con esa doctrina. Como Arzobispo tuvo diferencias con los Kirchner. De formación jesuita, es difícil saber qué piensa, pero sí que buscaba transformar la sociedad con el Evangelio. Y eso asusta a los conservadores.

Fue el Papa “del fin del mundo”, el “negro” (por la sotana jesuita), el “peronista” (por aplicar la doctrina social), el “de los pobres”, el “revolucionario”. Defendió inmigrantes, el medioambiente, la apertura. Y vivió en austeridad.

La misión

Lo llamaron comunista. No lo era. Discípulo de Juan Pablo II, que combatió al comunismo, su misión era otra: evangelizar China, una cuenta pendiente de los jesuitas desde hace más de 500 años. Convertir a China es alcanzar un octavo del mundo.

Sus discursos, viajes, encíclicas pueden leerse en clave “Evangelizar China”. En 2018 firmó el acuerdo entre el Vaticano y el Partido Comunista Chino. Permitió designar obispos con aprobación del PCCh. Una cesión de poder rara, pero con visión a largo plazo: cuando caiga el comunismo, la Iglesia estará firme. Una obra de fe a generaciones futuras.

La abnegación

Su mayor anhelo fue volver a la Argentina. Caminar sus calles, celebrar misa en su parroquia. Pero no lo hizo. No importó quién gobernara: todos lo invitaron. Nunca volvió. No por rechazo, sino como ofrenda. No volver en vida a su hogar, para convertir cada hogar en morada de Cristo. Un extranjero misionando doce años. El tiempo dará sus frutos.

Y así lo recordaremos: el argentino más presente sin volver, porque nunca nos olvidó.

Embed - Diego Haroldo on Instagram: ""Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador." (Lc. 1,46-47) Audiencia General con el Santo Padre Francisco; y Celebración de la Santa Misa, Fista de la Presentación de María en el Templo, en la Basílica de San Pedro. #papafrancisco #visita #vaticano #graciadivina #increible"

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