Fernando Angel: un mozo de alma que honra el servicio
Comenzó a trabajar en el rubro gastronómico hace 49 años y abrazó esa actividad con dedicación y compromiso. Ha sido empleado de lugares emblemáticos.
9 de noviembre de 2025 - 07:18
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Fernando Alfredo Angel, un enamorado de su oficio gastronómico.
LA OPINION
Fernando Alfredo Angel vivió en el campo, en la zona de Urquiza. Allí pasó su infancia, junto a sus padres Fernando y María, y sus hermanos Juan, Mara y Daniel. Conservo lindos recuerdos de la vida en la zona rural. “Era un pueblo chico y cuando terminé la escuela, me mudé a Pergamino, a casa de mi abuela materna, para buscar mi camino porque en ese momento no había demasiado trabajo en el campo”, refiere en el comienzo de la charla que se desarrolla una tarde, en el Bar de Hugo, donde trabaja.
Cuenta que su papá era encargado en un establecimiento rural, razón por la cual su tiempo transcurría más en “el campo que en el pueblo”. “Fui a la Escuela N° 46, una escuelita rural. Mi mamá o mi papá nos traían en el zulky hasta la entrada del camino y desde ahí, íbamos hasta llegar a la escuela. Algunas veces las maestras se trasladaban en un Ford A a la escuela y se las ingeniaban para llevarnos a todos”, recuerda recreando una etapa de su vida que recuerda con gratitud y cierta añoranza. Su mamá ya no vive y su papá tiene 82 años. Asegura que ellos le enseñaron el valor del esfuerzo y el sacrificio y lo forjaron en los buenos valores.
Cuando se mudó a Pergamino, lo hizo con su hermano, y se instalaron en casa de su abuela María, que vivía en Conscripto Silva y España. “Nosotros veníamos de visita, en micro que nos dejaba en la Terminal vieja, y de ahí tomábamos el colectivo blanco que nos acercaba a la casa de la abuela, nos dejaba a dos cuadras”, describe.
Ya establecido en la ciudad, como su abuela trabajaba en El Centinela, enseguida consiguió empleo en ese lugar que era un complejo que tenía estación de servicio, parrilla y retaurante. “Era un lugar importante de Pergamino. Primero entró a trabajar mi hermano y después yo, que antes hice una incursión en una carpintería pequeña, pero no me gustaba el oficio, se ve que lo mío era la gastronomía”, expresa.
Comenzó siendo “bachero” y siempre se mostró predispuesto a realizar todo tipo de tareas: “En El Centinela estaba en la cocina, en el lavadero y después fui mozo”, refiere, asegurando que en el servicio encontró su vocación.
“Con esta gente que tenía El Centinela trabajé durante 26 años. Estuve en El Torito y Las Vegas, siempre con el mismo dueño; y después estuve en la Terminal, donde tenían en bar donde estuve doce años durante la gestión de Alcides Sequeiro”, menciona. “Ellos también compraron el Bar La Plaza así trabajé ahí durante varios años también, fueron seis”, agrega.
Con orgullo destaca el privilegio de haber trabajado en lugares emblemáticos de la gastronomía y cafetería de Pergamino. “Gracias a Dios tuve esa suerte”, afirma con simpleza y abunda: “Siempre trabajé en lugares que representaban a Pergamino”.
Recuerda la época de El Centinela y destaca: “Era otro mundo, había gente sana. La gente iba a tomar al Bar de Villagra que quedaba a pocos kilómetros, y, sin embargo, jamás había un disturbio donde yo estaba. No había desborde. De noche en el lugar paraban alrededor de doscientos camiones, venía gente del norte, y paraban personas que vendían zapatos, ropa, cualquier cosa. Era otro país, era sano. Salía de trabajar y a la madrugada me volvía caminando hasta la casa de mi abuela y jamás me pasó nada, no había peligro de nada, Pergamino era un paraíso”.
También recrea el tiempo de oro del Segundo Cruce. “Estaba El Torito, Las Vegas, Saloom, era una época gloriosa de esa zona de la ciudad”. De su paso por el Bar de la Terminal conserva buenos recuerdos. “Era otro público, gente de paso o los parroquianos que venían al Hospital llegando de ciudades vecinas y hacían base en la confitería”, describe y acerca la anécdota de la época en que Eduardo Duhalde les daba viajes a los jubilados para que pasaran una semana en Las Termas u otros destinos y se abarrotaba la Terminal de gente en un ir y venir constante”.
En la terminal estuvo hasta mediados de la década de 1990, “el apogeo del movimiento” y después se trasladó al Bar La Plaza donde estuve durante seis años. “Estaba en la Peatonal, rodeado de gente. El lugar tenía una clientela muy fiel, y además estaba ubicada en el corazón del centro de la ciudad, su lenguaje y su idiosincrasia se expresaban en ese compartir. También funcionaba muy bien la Galería La Plaza, todo el lugar tenía una dinámica muy linda”.
Cuando el bar La Plaza dejó de funcionar, quedó sin empleo y pasó una época difícil. “Algunas veces no tenía ni para comer, me ayudaba mi abuela con su jubilación, alquilaba en ese momento”.
Esa mala racha terminó hace 23 años cuando comenzó a trabajar en “La Esquina de Hugo”, el “Bar de Hugo”, que funciona enfrente de la Clínica Pergamino. “Aquí hay una clientela fija, gente que viene a diario a comer algo o a tomar un café y también está la gente de paso que llega por alguna cuestión vinculada a la Clínica”, indica. Y reconoce: “Con los años uno aprende que en este trabajo la escucha debe ser respetuosa, la gente a menudo llega con problemas delicados, tienen familiares atravesando situaciones difíciles, y es muy raro no llevarte alguna historia pegada a tu casa”, admite.
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09-11-2025 11:33
Embed - Diario LA OPINION on Instagram: "Una vida entre bandejas y cafés Fernando Alfredo Ángel lleva 49 años trabajando en la gastronomía pergaminense. Empezó como bachero en El Centinela y pasó por lugares emblemáticos como El Torito, Las Vegas, La Terminal y La Plaza. Hoy, con 62 años, sigue detrás del mostrador en el Bar de Hugo, fiel a su oficio y con la misma pasión del primer día. “Ser mozo es mi vida -dice-. Aprendí que escuchar también es parte del trabajo”. Lee la nota completa en www.laopinionline.ar #HistoriasDeVida #Pergamino #Gastronomía #BarDeHugo #Oficio #TrabajoConPasión"
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El servicio militar en un momento difícil
En otro momento de la entrevista, comenta que hizo el servicio militar en San Martín de los Andes y estando bajo bandera estuvo cuidando la frontera argentina en Chile. “Estábamos listos para ir a Malvinas, preparados, pero sin llegar a estar en combate”, cuenta.
Recuerda ese tiempo con tristeza y cierta inocencia, “éramos chicos y aunque todo lo que nos enseñaban tenía que ver con cargar armas, y veíamos movimientos que iban más allá de los habituales de la colimba y resultaban extraños porque había gente de todo el país, tampoco teníamos verdadera conciencia de lo que en verdad sucedía, solo veíamos que nos enseñaban a hacer maniobras militares. Estábamos muy lejos de casa y lo único que queríamos era volver para reencontrarnos con nuestra familia”, relata. Y convencido afirma: “No nos importaba nada si nos tocaba defender la patria, eso sin dudarlo”.
“Estuve un diario sin poder volver”, destaca y reconoce que le gustaría regresar a San Martín de los Andes, un lugar que hoy es un paraíso y que su retina recuerda como “un lugar lejano donde no había nada más que frío y montaña”.
Cuando narra esta vivencia reconoce que de chico tenía vocación por la carrera militar. “Me hubiera gustado ser militar, tengo algunos familiares que lo han sido. Pero el momento en el que me tocó el servicio militar, todo lo que sucedió en ese momento histórico, me desalentó un poco”, confiesa.
Su oficio amado
Más allá de aquella vocación juvenil frustrada por la historia y las circunstancias, admite que siente un profundo amor por el oficio que sí pudo desarrollar. El ser mozo le ha permitido cosechar relaciones hermosas con gente de la ciudad. Honra su tarea y la respeta. “Uno es un poco el confidente de los clientes, también ese amigo al que le comenta sus cosas. En lo cotidiano se establece un vínculo muy estrecho”, destaca y confiesa que salvo alguna situación “extraordinaria o de fuerza mayor” jamás falta a su empleo. Es responsable y apegado a la tarea.
Tiene en su haber 49 años de experiencia en el oficio gastronómico y admite que no podría dedicarse a otra cosa. Se emociona cuando habla de su tarea dedicada: “Es mi vida”, afirma conmovido y celebra haber tenido la posibilidad de haber podido dedicarse a una actividad que ama.
Su vida personal
La vida personal se organizó a la par del trabajo. Estuvo casado durante 34 años con Graciela y se separó hace cuatro. “Cosas de pareja, de la vida”, señala y comenta que tiene dos hijos varones, “mis hijos del corazón son Gabriel (41) y Ezequiel (38), los amo con toda mi alma. Son mis hijos”, resalta y destaca que el vínculo tanto con su exesposa, como con ellos es muy bueno.
“El mayor está casado con Roxana, tiene dos hijos Mateo y María Paz y trabaja en una empresa metalúrgica muy importante. Y el menor vive en Pergamino, es soltero y no tiene hijos. Trabaja en Apud y además tiene una banda de música, le gusta mucho el rock”, cuenta.
“Tenemos muy buena relación, más allá de que ya no compartimos nuestra vida juntos”, señala, respetuoso de esa historia que ha sido la que marcó su vida personal y afectiva.
En el presente Fernando vive con su hermana en el barrio San Martín. Su rutina es simple. Su día arranca temprano, ingresa a trabajar a las 7 de la mañana y termina su horario laboral a las 16 horas. Cuando no está trabajando le gusta estar tranquilo. “Aunque es hermoso el contacto con la gente, la mente también necesita un poco de silencio cuando uno termina la jornada, así que me gusta estar en mi casa y salir a caminar”, refiere. “Algunas veces cuando salgo de trabajar me siento en el banco de la plaza solo a relajarme y pensar”, agrega.
Reconoce que es un tanto solitario, pero tiene la fortuna de tener un gran amigo “Pepo”, con quien disfruta de compartir el tiempo. “No nos vemos tan seguido porque él organizó su vida familiar y los tiempos cambian, pero es un gran amigo, incondicional”, resalta y recrea la época en que iban a pescar y andaban para todos lados.
Con 62 años, Fernando no tiene aspiraciones grandilocuentes. Se contenta con su presente, agradece la oportunidad que le ha dado la vida de poder construir su camino con honestidad. En el horizonte lo espera el deseo de poder seguir trabajando. “Yo creería que voy a poder seguir haciendo lo único que sé hacer. En algún momento llegará el momento de jubilarme, por ahora no lo pienso demasiado”, concluye y menciona que, así como trabajando conoció a personajes del espectáculo como Sergio Denis, Los Hermanos Cuesta; o a personalidades como Aldo Rico y otros referentes de la vida pública como intendentes, concejales y referentes de instituciones, en la cotidianeidad de la ciudad se ha nutrido de la charla con tantos pergaminenses de esos que tienen historias anónimas y espectaculares en torno a las cuales se va armando la identidad de una ciudad que tiene a Fernando entre sus “mozos entrañables”.