martes 08 de julio de 2025

Norma Fantaguzzi: la mujer que supo inscribir su impronta en el mundo de la dirigencia deportiva

Integró la comisión directiva de Douglas Haig y desde allí desempeñó una tarea comprometida. En lo personal, fue el pilar de una familia sostenida sobre los buenos valores.

6 de julio de 2025 - 07:18

Norma Noemí Fantaguzzi nació el 11 de noviembre de 1955 en Mariano H. Alfonzo. “Crecí en el campo y viví allí hasta los 13 años, que nos mudamos a Pergamino”, cuenta en el inicio de la entrevista que se desarrolla en la intimidad de su casa del barrio Centenario.

Su núcleo familiar estaba conformado por sus padres y hermanos. “Mi papá era Luis Carlos y mi mamá, María Raimundo. Y mis hermanos, Luis Héctor, Néstor y José Carlos (‘Fantita’)”.

“Mi papá falleció cuando yo tenía 10 años y mi hermano menor, apenas 4”, comenta y reconoce que esa fue una de las pérdidas más importantes de su vida y la que, de algún modo, cambió el rumbo de su historia familiar: “Fue muy difícil para nosotros, mis hermanos mayores trabajaban afuera, así que mi mamá, mi hermano más chico y yo quedamos en la casa. Siempre digo que José Carlos es como mi hijo mayor, porque a pesar de que yo también era chica cuando falleció mi papá, fui como una segunda mamá para él”.

Al recrear aquel tiempo, cuenta que con su mamá salían con la maleta a juntar maíz y colaboraban con las actividades del campo. “Pero nunca dejamos de ir a la escuela, íbamos caminando, teníamos amigos y tiempo para jugar”, resalta.

Hizo en el pueblo la escuela primaria, y luego, un año del secundario en la Escuela N° 4. Al mudarse a la ciudad, se establecieron en el barrio Centenario, donde aún vive. “Amo este lugar, es hermoso el barrio”, destaca.

Su primer y único amor

Siendo muy jovencita conoció a quien fue su esposo, Juan Carlos Squarini. “A mis 13 años nos pusimos de novios. El tenía 22 y habíamos sido vecinos en el campo y también cuando nuestras familias se vinieron a Pergamino. Nosotros nos mudamos un 5 de mayo y mis suegros un 30 de junio, muy cerca de nuestra casa”, relata. Se casaron cuando Norma tenía 19 años y tres años después llegaron los hijos.

“Tengo dos: Carlos Ariel (47), que trabaja en la Clínica San Nicolás, está casado con Lorena Ceol, y tienen a Santiago (8). Y Diego Javier (43), que vive en Pergamino, es periodista deportivo, está en pareja con María Cantelmi; y tienen a Isabella (7) y Agustina (15 meses).

Con profunda tristeza, cuenta que su esposo falleció hace cuatro años y medio durante la pandemia de Covid-19. “Contrajo el virus, le hicieron una placa que mostró que tenía sus pulmones comprometidos, lo internaron en el Hospital San José y dieciocho días después falleció, un 17 de noviembre. Fue tremendo”, relata. Llevaban 45 años de casados. “Este año, el 8 de marzo, hubiéramos cumplido nuestras Bodas de Oro”, señala, lamentando la partida incomprensible del hombre que fue su único y gran amor.

Empezar de nuevo

Con el fallecimiento temprano de su compañero, la vida la puso frente al desafío de tener que sobreponerse a la adversidad y reinventarse. “Fue una pérdida irreparable, de un momento a otro, me quedé sola. El había sido agricultor toda la vida, se fue a internar pensando que le faltaban pocos días para la siembra de soja. Y yo, sinceramente pensé que se iba a recuperar y eso no sucedió”, relata.

Durante toda su vida Norma había sido modista y “costurera”. “Ese fue mi oficio, y de hecho sigo haciendo arreglos de manera particular”. “Durante 10 años pegué bolsillos traseros para la marca Catalina Hidalgo. Con una amiga trabajé durante diez años, y después seguí por mi cuenta”, describe. Cuando falleció mi marido, todo lo que él hacía recayó sobre mis espaldas, así que tomé coraje y me hice cargo del campo, además de seguir con lo mío”, refiere.

Con entereza y determinación, aprendió cosas que no sabía. Vendió los implementos, construyó un galpón y delegó las tareas propiamente agropecuarias en una persona de confianza a la que su esposo había formado. Todo lo demás, lo lleva adelante ella. Anualmente participa de la asamblea anual de la Cooperativa Agrícola de Mariano H. Alfonso, entidad de la que su esposo llegó a ser vicepresidente. Acompañada por sus hijos, fue sobrellevando el duelo y, en cada decisión que tomó, confirmó la fortaleza de su espíritu.

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Embed - Diario LA OPINION on Instagram: "Norma Fantaguzzi, una mujer de fortaleza ejemplar, marcó un camino en el Club Douglas Haig desde la dirigencia, aportando una mirada femenina y comprometida en un ámbito mayormente masculino. Pilar de su familia, costurera de oficio y apasionada del fútbol, afrontó la pérdida de su esposo durante la pandemia con entereza, haciéndose cargo del campo y reinventándose. Siempre cerca de los suyos, supo construir un universo de afectos y dejar huella desde el trabajo silencioso, la fe y el amor incondicional. A sus 69 años, sigue mirando hacia adelante, con la certeza de haber vivido con entrega y pasión. Lee la nota completa en www.laopinionline.ar"

Una dirigente

Norma siempre amó el fútbol. El hecho de haber seguido paso a paso la carrera deportiva de su hermano menor, consolidó ese amor y le abrió un camino propio en el ámbito de la dirigencia. “José Carlos fue futbolista profesional. Hizo su carrera en Lucini, con un grupo de compañeros se fue a Ferrocarril Oeste, triunfó. Y de allí pasó al Betis de España, jugó en la selección de Bilardo y, cuando se retiró en Huracán, fue técnico en todo el mundo”, señala, orgullosa.

“Cuando mi hermano se fue a los 15 años, con mi mamá lo íbamos a ver en cada partido que jugaba de local en Ferro. Recuerdo que viajábamos en tren. Eso me ligó mucho al fútbol. Después, mis hijos desde muy chicos comenzaron a jugar en el Club Argentino. Diego jugó dos partidos en el Federal A en Douglas, y eso me acercó mucho más al deporte”, refiere y cuenta que en una ocasión recibió la invitación de Carlos Prado, para integrar la comisión directiva del Club Douglas Haig. “Me encantó la idea de poder participar, yo en ese momento atendía un negocio a media cuadra de mi casa, y tenía tiempo para poder sumarme, así que fui a la reunión, y me integré a la comisión directiva en la presidencia de Juan Carlos Digilio. Estuve durante su gestión y seguí con Javier Martínez e Indalecio Godoy. Y más tarde, volví durante la presidencia de Karim Dib”.

Su cargo fue de vocal y desde ese espacio se nutrió de experiencia y aprendizaje. “Siempre fue muy activa mi participación, era la única mujer y siempre me sentí muy respetada”, resalta. Al describir su tarea, cuenta: “Vendía entradas, estaba el bufet, participaba de las reuniones, en la organización de distintos eventos y aportaba mi mirada, que era diferente por mi condición de mujer y que siempre fue valorada”.

En el inventario de sus recuerdos aparecen las cenas, los distintos proyectos que se impulsaron desde la entidad, la camaradería, las despedidas de año a las que asistía junto a su esposo y las horas compartidas con personas queridas y respetadas.

“No había otras mujeres, yo era la única entre 25 hombres, pero siempre me sentí muy cómoda, nunca me faltaron el respeto, al contrario”, insiste y asegura que la participación le enseñó muchas cosas. “Me gusta el fútbol y lo entiendo, no solo sigo a Douglas, me gusta mirar otros partidos y soy hincha de Racing”, agrega.

Asegura que su recorrido en la dirigencia le dio enormes satisfacciones. “De algún modo me inicié acompañando a los míos, primero siguiendo la carrera de mi hermano, y luego a través de mis hijos. Y después armé mi propio camino. Me encanta el fútbol, disfruto mucho de viajar para ver a Douglas, e incluso, muchas veces viajo con el equipo de transmisión”, relata.

Hoy, tiene su platea en Douglas Haig y disfruta de cada partido. Cada vez que va a la cancha se encuentra con gente querida. Guarda hermosas anécdotas de su paso por la dirigencia y comparte con su hijo Diego, jefe de prensa de Douglas, muchas de esas vivencias.

“Me gustó mucho participar de la vida del club y me siento muy agradecida”, destaca esta mujer que siempre tuvo vocación de hacer por los demás. “A mí nunca me gustó sobresalir, pero soy trabajadora y ahí donde me convocó alguna causa, dentro de mis posibilidades, estuve”, refiere y cuenta que también integró la asociación cooperadora de la Escuela N° 53 y la comisión directiva del Club Argentino, cuando jugaban sus hijos.

Viajar, un verdadero placer

Otra de las pasiones de Norma es viajar. “Me gusta muchísimo, viajo sola o con amigas. Incluso cuando vivía mi esposo viajaba con una prima hermana de él y una amiga que falleció”, comenta, ya dispuesta a ir por su próximo destino: Potrero de los Funes, en San Luis. “Siempre que puedo viajo, y ya estoy planificando ir a Brasil, en avión, para superar mi miedo a volar”, agrega.

El valor de los afectos

Tanto como le gusta viajar, disfruta de compartir tiempo con sus hijos y nietos: “Ellos son lo más importante de mi vida, son todo lo que tengo, junto a mis hermanos. Con el mayor, nos vemos casi todas las noches; y con el más chico, que está en Escobar, nos hablamos a diario”.

Tiene la fortuna de contar con amistades incondicionales. “Tengo amigas y primas a las que quiero mucho y con las que cuento siempre”, destaca, gratificada. “Cada quince días voy al campo, y aprovecho para visitar a una prima hermana de mi esposo que vine en Pinzón y es como una hermana del corazón para mí”, añade.

“También salgo a almorzar sola o con mi nieta cuando la voy a buscar al colegio”, comenta. Y abunda: “El resto del tiempo me gusta estar en mi casa, tomar clases de yoga, cuidar de mis plantas y de mi perrita ‘Patita’. Soy una mujer de fe, creo mucho en Dios y en la Hermana Crescencia. Todo lo que le pido, me lo concede”, expresa. Y admite: “Le pedí que mi esposo viviera, y esa vez, sentí que no me escuchó. Me enojé, estuve un año sin ir, pero después le pedí perdón, y volví”, confiesa, entendiendo que todo, hasta lo más irreparable, tiene una razón y un sentido.

Cuando habla de sus afectos, resulta inevitable recrear las duras batallas que le tocó librar. “Mi mamá tuvo Alzheimer, fue muy doloroso y fueron muchos años de acompañarla en ese proceso. También cuidé a mi suegra Isabel, y estuve con ella hasta el final”.

Jamás dudó en estar cerca de los suyos cuando la necesitaron. Esa predisposición está en su esencia. Sabe que se pagan algunos costos personales por eso, pero los asume como parte de la vida. “Siempre me puse la familia al hombro, no sé si eso estuvo bien o mal, ni si lo volvería a hacer. Pero es mi manera de actuar. Mi hermano menor siempre dice que soy como ‘la líder’ de la familia” y quizás sea así”, reflexiona cuando la charla se introduce en el terreno de los vínculos.

Un recuerdo imborrable

Sobre el final, vuelve sobre la memoria de su esposo y admite que lo extraña. “Jamás lo voy a olvidar”, expresa, y en su decir hay nostalgia y añoranza. Enseguida se repone de esa emoción que entrecorta el tono de la voz para mirar hacia adelante. Es allí, donde a sus 69 años se escribe el porvenir. “No sé qué me deparará la vida”, reconoce.

“Lo único que deseo es estar bien, cerca de mis hijos, mis nietos y rodeada de mis seres queridos”, afirma, mirando a su alrededor ese universo afectivo sólido que ha sabido construir y sobre el cual edifica esa idea de futuro que, seguramente, la encontrará disfrutando la cosecha de una siembra honesta y genuina.

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