Miguel Prieto: la sencillez de quien halló en el cicloturismo el camino de grandes travesías
Comenzó a andar en bicicleta a los 60 años, motivado por un grupo de compañeros de trabajo. Adoptó esa actividad y comenzó a realizarla de manera metódica.
18 de mayo de 2025 - 07:18
Compartí esta nota:
Miguel Prieto compartió su historia de vida en una hermosa charla con LA OPINION.
LA OPINION
Muchas veces es la propia vida la que coloca a las personas en el lugar y las circunstancias propicias para hallar un propósito y descubrir una pasión y encauzar el destino en dirección a los sueños. Esta premisa parece aplicar a la historia de vida de Miguel Angel Prieto, un hombre que halló en el cicloturismo un modo de sobrellevar una dura pérdida y encontrar en esa actividad el deseo de superarse a sí mismo y alcanzar cada vez nuevas metas. Tiene 73 años y tras enviudar, hace trece años, se subió a una bicicleta convocado por un grupo de personas conocidas que intentaban acompañarlo en su duelo. “Ni bicicleta propia tenía, así que me prestaron una, me subí y empecé a pedalear. Al principio hasta me engañaban con los kilómetros, salíamos por distintos pueblos y caminos rurales y al regresar a casa, estaba muerto”, recuerda evocando aquellos comienzos. Tenía 60 años en ese momento y nunca había imaginado que a bordo de esas dos ruedas lo esperaban hermosos desafíos.
Su Perfil Pergaminense se nutre de esas vivencias y del relato de una historia de vida rica en experiencias. Cuenta que cuando nació sus padres vivían en Urquiza, refiere que luego se fueron a Manantiales y más tarde a Ortíz Basualdo. “Allí pasé buena parte de mi infancia y adolescencia”, señala y comenta que su papá era tambero. “Eso motivaba las mudanzas y el andar de campo en campo para trabajar”, agrega.
Habla con profunda gratitud de sus padres: Manuel ‘Manolo’ y María. También recuerda a su hermana mayor, Nilda. “Tuvimos una vida sencilla, de trabajo”, sostiene y menciona que fue a una escuela de campo en Basualdo. Allí aprendió mucho de lo que sabe y también estableció sus primeros vínculos. “Yo tenía más o menos 10 años cuando llegamos a Basualdo, así que iba a una escuela rural, mi infancia fue tranquila y cuando terminé el colegio, empecé a trabajar. Al principio hacía el tambo con mi papá y después me subí a una cosechadora”.
Hizo del trabajo rural su primer oficio, y describe las rutinas cotidianas en las épocas en que andaba arando, sembrando y cosechando, en un tiempo en que la tarea agropecuaria era diferente y huérfana de tanta tecnología.
Debido a un accidente que había sufrido cuando tenía 5 años, a raíz del cual perdió las falanges de un dedo, fue eximido de realizar el servicio militar. “Eso me permitió trabajar sin las interrupciones que en ese tiempo suponía la colimba en la vida de tantos jóvenes. En mi caso, ingresé a Linotex, así que viajaba a diario desde Basualdo a Pergamino para trabajar en el área de mantenimiento de la fábrica”.
Su casa y su familia, en Pergamino
Ya consolidado laboralmente, de novio con María de las Mercedes Gómez, con quien se casó tras algunos meses de noviazgo, se estableció en Pergamino en el año 1974 y ya no se mudó más. “Comenzamos a construir esta casa en el barrio Acevedo, nos casamos, llegaron los hijos, y acá estoy, en el mismo lugar desde hace cincuenta años”, resalta, comentando que con el paso del tiempo también trajo a vivir a la ciudad a sus padres. “Mi papá falleció al poco tiempo, a causa de un problema pulmonar, y mi mamá vivió hasta el año 2000”, cuenta.
Es padre de dos hijos: María de las Mercedes, contadora, casada con Fernando Loréfise, y mamá de Catalina (17) que está terminando el colegio. Y Juan Pablo, que está estudiando Ciencias Económicas y es soltero. El mes próximo se cumplirán trece años del fallecimiento de su esposa. “Fue difícil, había estado varios años enferma y en un momento, no pudo más”, señala. “Aunque mis hijos ya eran grandes, fue una pérdida difícil de afrontar”, admite.
Actualmente, Miguel está en pareja con Nancy, una mujer que también tiene hijos. “Tenemos una hermosa relación, compartimos tiempo juntos, pero no convivimos. Ella, aunque está jubilada, sigue trabajando. Nos gusta viajar, nos acompañamos uno al otro”, resalta, asegurando que tiene la dicha de estar rodeado de buenas personas y grandes amigos.
La historia laboral
Cuando la charla vuelve a llevarlo a su vida laboral, comenta que trabajó en Linotex durante seis años hasta que la fábrica cerró. Más tarde, ingresó en Campomayo, donde estuvo por igual período de tiempo. “Después me fui un año a trabajar en el campo y finalmente ingresé en la Escuela Agrotécnica donde trabajé durante 32 años en el sector de mantenimiento”.
“De cada lugar en el que estuve conservo buenos recuerdos. Y en la escuela pasé gran parte de mi vida laboral. Estaba como encargado de mantenimiento de la escuela y del campo. Siempre recuerdo las épocas en que los chicos iban al taller en el que yo estaba, acudían con un profesor y yo les enseñaba a reparar cosas, era lindo”.
Rescata esa comunidad educativa y lo que le permitió su trabajo. “Me jubilé hace tres años. Me podría haber retirado a los 65, pero existía la posibilidad de seguir un tiempo más y tomé esa opción. A los 70 sentí que ya se había cumplido una etapa y, aunque me convocaron para que me quedara, dejé la escuela e inicié mi vida de jubilado”.
Live Blog Post
18-05-2025 08:51
Embed - Diario LA OPINION on Instagram: " Miguel, el hombre que se reinventó sobre dos ruedas A los 60 años, tras enviudar, Miguel Ángel Prieto se subió por primera vez a una bicicleta. Hoy, con 73, ha recorrido Europa, cruzado los Andes y pedaleado miles de kilómetros por caminos rurales y ciudades. Encontró en el cicloturismo un refugio, una pasión y una nueva forma de vivir. Hizo el Paso de Compostela, cruzó los Pirineos, y recorrió La Rioja, Salta, Ushuaia y más. “Nunca más dejé de pedalear. Hoy tengo cinco bicicletas”, cuenta. Padre, abuelo y gran amigo, Miguel es ejemplo de que siempre es tiempo de empezar algo nuevo. Su historia inspira por su fuerza, humildad y la pasión con la que elige vivir cada etapa. Nota completa en @laopinionline -Link en bio- #HistoriasQueInspiran #Cicloturismo #PerfilPergaminense #NuncaEsTarde #VidaActiva #Inspiración #Reinvención #Pergamino #PasiónPorLaVida"
“La historia con la bicicleta empezó cuando enviudé”, cuenta Miguel. Y prosigue: “Uno se decae un poco y un día los compañeros de trabajo me invitaron a andar en bicicleta. Yo ni bicicleta tenía, porque me manejaba en moto para ir a trabajar. Me prestaron una y salí dos o tres veces. Me mentían con los kilómetros y cuando llegaba acá, llegaba muerto”.
Así descubrió el universo del cicloturismo y se fue familiarizando con sus dinámicas. Descubrió en esa actividad una pasión. “Me fui entusiasmando, porque además era un ámbito de mucha camaradería. Recorríamos caminos rurales y pequeños pueblos. Nunca más dejé de pedalear. Hoy tengo cinco bicicletas”.
Gracias a ese entorno, al acompañamiento de los suyos y a su disciplina, tiene un largo recorrido. “He participado de muchas experiencias de cicloturismo y he viajado mucho”, señala.
“Hice el Paso de Compostela, anduve por los pirineos”, cuenta. Y muestra como una especie de pasaporte el documento que certifica, con un sello, cada lugar en el que estuvo como parte de esa travesía. “Fue inolvidable, yo no conocía Europa, viajamos en 2018”.
“Lo hice con la Asociación de Cicloturismo de Pergamino, que organiza viajes, me sumé. Volamos en avión hasta Madrid, después por vía terrestre hasta un pueblo de Francia que está a 600 kilómetros y desde allí un 25 de mayo comenzamos nuestra aventura de pedalear. Hacíamos 80 o 90 kilómetros por día, llegábamos a un albergue, nos bañábamos, lavábamos la ropa, descansábamos y al día siguiente desayunábamos y salíamos. Fueron trece días y aunque nos tocaron todos de lluvia, fue una experiencia extraordinaria. Cruzamos los pirineos, estuvimos a 5.700 metros de altura”, relata, afirmando que uno se trae para sí mucho aprendizaje de esas vivencias. “Muchas veces se naturaliza, pero lo que se vive es muy rico. Hay una preparación previa que requiere disciplina, hay cuidados, esfuerzo y mucho de disfrute”.
El Paso de Compostela no fue su única experiencia. Hubo otras igual de movilizantes. “Después de Europa, el anteaño pasado hicimos Ushuaia. También estuve en La Rioja, Salta y tres veces hice el Cruce de los Andes”, agrega, gratificado.
Integrante del grupo “Mortadela”, encuentra en esta actividad un cable a tierra y su disfrute. “Dos veces por semana, lunes y miércoles, salgo a pedalear solo o en grupo; hago 50 o 60 kilómetros, si llueve en ruta, y si el tiempo acompaña en caminos rurales”.
Más allá de la actividad deportiva y recreativa, Miguel encuentra en el ámbito del cicloturismo vínculos que valora. “Pertenezco al grupo ‘Mortadela’ y empecé a hacer amigos, nos reunimos a comer y compartimos muchas cosas; pero más allá del grupo, uno andando en bicicleta se encuentra con mucha gente valiosa, de cada lugar al que llega, se trae un conocido, es hermoso eso”.
“Soy un hombre de muchos amigos, y lo agradezco. Me voy a olvidar de varios, pero podría nombrar a Cachi Castro, a Miguel Sánchez, mi vecino Luis Alberto ‘Chincho’ López, soy afortunado de estar rodeado de buena gente”, añade.
Ordenado para vivir, constante en sus objetivos y dispuesto siempre a tender una mano a los suyos, Miguel es un hombre tranquilo que ha aprendido a transitar la vida, asumiendo con entereza cada prueba y tomando con entusiasmo cada desafío. “Cuando no estoy andando en bicicleta me gusta la albañilería, la herrería, hago cosas en mi casa y para algún amigo”, comenta.
Sobre el final, cuando la pregunta lo convoca a hacer un balance, asegura que no tiene cuentas pendientes con la vida. Está conforme con el recorrido y a gusto con el modo en que ha podido construirse a sí mismo. Sabe que por delante llegarán nuevos desafíos, se dispone a asumirlos. “Me hubiera gustado hacer un viaje a Perú con el cicloturismo, no descarto poder hacerlo algún día. Por lo demás, no tengo nada pendiente, estoy a mano con la vida”, concluye, en un tono sereno y sonríe. Esa simpleza, y ese gesto, simplemente, lo definen.